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¡De que me faltaras tú sin motivo me estoy quejando yo! ¡Yo no te he faltado! ¡Yo aseguro que sí!
Casa con dos puertas se distingue por el ingenio extraordinario de su autor, puesto que, de un motivo muy sencillo, forma una fábula con extremo complicada, y notable, sin embargo, por su claridad. La dama duende ha sido una de las obras más aplaudidas de Calderón por la delicadeza y moralidad de su enredo, y á la vez por la gracia inimitable de todas las escenas.
Dos o tres veces la sorprendí mirándome sin motivo, como si aun estuviese bajo el dominio de una sensación persistente: luego las obligaciones de cortesía le devolvieron poco a poco el aplomo.
Lo único que allí llama la atencion en lo económico es la famosa fábrica de armas, situada á la márgen derecha del Tajo, al poniente del istmo que he descrito. Me fué imposible visitarla, porque estaba cerrada en esos dias con motivo de la Semana Santa, que los pueblos españoles y sus análogos celebran con la ociosidad.
Que habiéndole tomado como pudo su dicho, declaró: que siendo moceton, hizo una muerte en Calle-calle, jurisdiccion de Valdivia, con cuyo motivo se fué fugitivo á los Llanos, y de allí al otro lado del rio Bueno, donde lo amparó un cacique tio suyo; haciendo de él mucha confianza para sus tratos y conchabos.
Algunas mujeres nerviosas derramaban lágrimas sin motivo. El buque iba hacia el lugar donde el otro había sido torpedeado, y esto era suficiente para que los alarmistas se imaginasen que el enemigo permanecía aún inmóvil en el mismo sitio, esperando su llegada para repetir el atentado.
Dávila se hizo cargo del gobierno bajo el patrocinio de Facundo, y por entonces pareció alejado todo motivo de zozobra. Las haciendas y propiedades de los Dávilas estaban situadas en las inmediaciones de Chilecito, y allí, por tanto, en sus deudos y amigos se hallaba reconcentrada la fuerza física y moral que debía apoyarlo en el gobierno.
Hasta el mismo Pep, con gran indignación de Jaime, mostrábase orgulloso de los dos tiros disparados a los pies de su hija. Febrer era el único que no parecía entusiasmado por esta hazaña galante del verro. «¡Maldito presidiario!...» No sabía ciertamente el motivo de su furia, pero era algo inevitable... A este «tío» le pegaría él. Llegó el invierno.
Y yo, hijos míos, hasta dentro de un mes dijo el doctor, que había escuchado su discusión con melancólica sonrisa; y si durante este mes soy necesario por cualquier motivo, tendré abierta mi casa para ambos. Y apoyado en el brazo de José, los acompañó hasta sus coches respectivos. Cuando se disponían a partir, les dio un abrazo, y les dijo: Adiós, amigos míos.
Los versos los había inventado el otro, pero la intención era del malicioso verro. Este le había sugerido la idea de que insultase a don Jaime en pleno cortejo, contando con la seguridad de que no dejaría impune el agravio. Ya veía claro el muchacho el verdadero motivo de la entrevista de los dos cortejantes que él había sorprendido en el monte.
Palabra del Dia