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Un viajero á quien durante su visita á este establecimiento, mostré esos objetos, sin indicarle su orígen, me aseguró que había recojido completamente iguales en las ruinas de Teotihuacan. Grande fué su asombro al conocer su procedencia, Laguna de Lobos, Provincia de Buenos Aires.

Sabes que no soy inclinado a hacerme valer. Si tengo cierta estima por mi inteligencia, prescindo por completo de mis prendas físicas, y la atención de que era objeto por parte de aquella radiante belleza hacíame dudar si estaba despierto o sumido en las perfidias de un sueño. Como convenía, me mostré conmovido por su benevolencia y hablamos largamente.

Alcela en alto y la mostré a su dueño haciéndole seña de que iba a subir para entregársela. Y sin más dilaciones entro en el portal, subo la escalera y tomo el cordón de la campanilla... Ya está abierta la puerta. Mi lindo agresor asoma su rostro trigueño, gracioso, lleno de vida y frescura, y extiende sus manos diminutas, en las cuales deposito respetuosamente a la muñeca desmayada.

Pregunté en dónde estaba el señor De Nièvres, como si fuera posible que Oliverio no me hubiera informado de su viaje y me mostré sorprendido al saber que estaba ausente. ¡Oh, estamos en un gran abandono! dijo Magdalena. Todos estamos enfermos o poco menos.

Aquí es... La señora entró. Tres hombres había en el escritorio: uno, muy rubio, montado a caballo sobre un banco alto, y dos, de barba, con los sombreros puestos, paseando. Y el rubio decía: Esta es la situación: yo fuí y le hablé claro al padre y le mostré el estado de la caja y de los libros: un pasivo de doscientos cincuenta mil nacionales.

"Seguramente Julio no se enamorará nunca, si no encuentra en el mundo un ser así, sobrenatural, como Legeia. Afortunadamente, no hay Ligeias..." "3 de mayo. "Hoy volvió a visitarnos Adriana Zumarán. La llevé a mi cuarto, le mostré mis libros, le presté uno. Estuvimos conversando mucho. No podría soñar, como amiga, nada mejor. También a Zoraida y a Carmen les gusta mucho.

A partir de aquel momento mostré la terrible franqueza de los neófitos. Como poseía la verdad, consideraba necesario proclamarla á gritos, y bastó que un día, conversando con varios estudiantes hembras, dijera solamente una pequeña parte de lo que yo sabía, para que cayese sobre una serie de persecuciones que aún no ha terminado.

En este entretanto, le hice algunos servicios en la caza, donde me mostré sagaz y experimentado, y gran sufridor de trabajos; porque en ningún ejercicio corresponde así al de la guerra como el de la caza, a quien es anejo el cansancio, la sed y la hambre, y aun a veces la muerte.

Alcéla en alto y la mostré á su dueño haciéndole seña de que iba á subir para entregársela. Y sin más dilaciones entro en el portal, subo la escalera y tomo el cordón de la campanilla.... Ya está abierta la puerta. Mi lindo agresor asoma su rostro trigueño, gracioso, lleno de vida y frescura, y extiende sus manos diminutas, en las cuales deposito respetuosamente á la muñeca desmayada.

Así como la vi, aunque no podía ver quién la ponía, mostré el papel, como dando a entender que pusiesen el hilo, pero ya venía puesto en la caña, al cual até el papel, y de allí a poco tornó a parecer nuestra estrella, con la blanca bandera de paz del atadillo.