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Como si lo dijera la Biblia, ya lo . Ea, una visita al mayordomo, que me parece buen hombre, á ver si nos da alguna cerveza con que brindar por el barón. Dirigiéronse los cuatro hacia las cocinas del castillo, pero al salir del patio vieron á un gentil pajecillo que se dirigió á Roger diciéndole: El señor de Morel os espera arriba, en la saleta contigua á su cámara. ¿Y mis compañeros?

El rey Enrique sale á su encuentro con heraldos, caballeros y pendones. Vedlos que juntos se dirigen hacia la tienda real. En tanto el barón de Morel había revestido la armadura de su prisionero Don Diego y tan luego se puso el sol dió orden á su gente de preparar las armas.

Había llegado la columna á las últimas casas del pueblo cuando el señor de Morel salió del castillo, caballero en el brioso Ardorel, negro como el azabache y el mejor caballo de batalla de todo el condado. Vestía el barón de terciopelo negro y birrete de lo mismo con larga pluma blanca, sujeta por un broche de oro, y no llevaba más armas que su espada, suspendida del arzón.

Mira; Tristán y yo vamos á seguir ese camino de la izquierda, dejando á la derecha el bosque y el atajo que vas á tomar. Al caer la noche llegaremos al castillo de Monteagudo, residencia antes del conde Guillermo de Salisbury, de quien es condestable el barón de Morel que ahora habita aquel castillo. ¿Te acordarás?

Lo único que nos falta es que Sir León de Morel se avenga á dejar su castillo una vez más y á empuñar la espada, poniéndose al frente de nuestros arqueros. No sería poca fortuna para ellos, observó el físico, porque exceptuando á nuestro príncipe y al noble señor de Chandos, no hay en todo el reino mejor lanza, ni valor más probado que el de Sir León de Morel.

Uno de ellos, bravo soldado, lleva importante mensaje al castillo de Monteagudo para el barón León de Morel.... Una alegre carcajada de la hermosa hizo enmudecer al sorprendido joven, que momentos después se vió solo en medio del camino, contemplando la nube de polvo que levantaban los caballos. Llegados á una pequeña eminencia, detuvo la dama su corcel y le envió amistosa señal de despedida.

Alzados ambos sobre los estribos y blandiendo las lanzas, era evidente que dirigían un reto á los caballeros ingleses. ¡Un cartel, por vida mía! gritó el barón, brillándole el único ojo que tenía descubierto. No se dirá que el barón de Morel ha rehusado tan cortés propuesta. ¿Y vos, Fenton?

Y os recuerdo lo del mesón, amigo, porque la guerra y la gloria no bastan á un cuerpo como el mío, ni es cosa de estrechar el cinto por la prisa de saludar á Su Alteza. Casi todas las naves cercanas á la nuestra ostentan el escudo de algún noble, continuó el señor de Morel. allí el de los Percy, é inmediatos los de Abercombe, Moreland, Bruce y tantos otros.

Pero no dudo que entre estos caballeros míos los habrá dispuestos á complacer al campeón de Francia. Y cuanto al trofeo, dijo el barón de Morel, seguro estoy de interpretar los deseos de estos señores al declarar que le será entregado, á pesar de su tardanza, si logra ganarlo en buena lid.

Insignificante fué lo que yo hice para merecer tanto elogio, pudo decir por fin Roger. Mas no sabéis, señora, cuánta es mi alegría al volver á veros y saber que llegasteis sana y salva á vuestra morada, suponiendo que lo sea este castillo. Lo es, y el barón León de Morel es mi padre.