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El capitán era hombre de poco dormir, al menos de noche. De día solía echar siestas repentinas y fantásticas donde menos pudiera imaginarse, en el establo cuando iba á inspeccionar el ganado, en la iglesia oyendo misa, y hasta montado á caballo cuando recorría los caminos pedregosos del concejo.

¡Hola!, he ahí a Chimbe, donde nos calafatearon el almuerzo famoso de la venida; ahí está el árbol a cuyo pie, tendido, con la rienda de mi mula cansada en la mano, se me apareció la Providencia bajo la forma de un indio montado en un alazán, y allá en el fondo de su eterno embudo, Villeta, la dulce al dejarla. Hace rato que nos ha dejado Pombo; miramos el reloj.

Yo he servido en el cuarto montado, he visto de cerca la guerra... y esta seguirá jorobándonos mientras unos y otros mamen de ella. ¡Qué fuerte está el señor capellán! dijo Feijoo sonriendo, y no dijo más porque entró D. Basilio y en tono de gran misterio se expresó de este modo: «Cuando digo que hay novedades...».

Un brasero enorme de plata repujada, montado sobre una tarima del mismo metal, con una fila circular de geniecillos que sostenían este monumento, lo había convertido Febrer en dinero, vendiéndolo al peso.

Mas si los dos al orbe prestan lumbre, los dos a un tiempo forman un tesoro. Poesía árabe. ¡Cuán dichoso es el árabe cuando, montado en su corcel, se lanza, desde las rocas en el desierto; cuando los pies de su bridón, sumergiéndose en la arena, levantan el mismo murmullo que el hierro ardiendo mojado en el agua!

Empezó á dudar si los raptores de Celinda la habrían ocultado allí, ó estaría la joven en un escondite más difícil de descubrir, bajo la guarda de los otros dos cordilleranos. Al fin, cansado de una observación sin éxito, se deslizó por la colina de arena, viniendo á sentarse en el lugar donde Cachafaz había montado su caballo.

Pero él no se asustaba de nada mientras contase con su cabalgadura infatigable, y montado en ella acudía á todas partes.

Gonzalo le siguió poco después, pero al echar una mirada en torno, le vió entre las sombras, montado a caballo, lanzándose a la carrera en dirección a Nieva. Comprendió en seguida que era inútil perseguirle.

Cuando llegué al postigo, aquel hombre, á quien reconocí á la luz de la luna y que era el mismo soldado que durante algunos días había estado de aposento en nuestra casa, había puesto á Margarita sobre el arzón de su caballo, había montado y había partido.

El que apostaba por ellos me dijo después con su filosofía de palurdo: «Estaba seguro de mis muchachos: el animal, cuando ve satisfecho su apetito, ya no quiere más, y el hombre, como tiene amor propio, puede seguir comiendo hasta que reviente». Y no se equivocaba: dos de ellos me dieron mucho que hacer, y á los pocos días, el cura de Gallarta montado en su burra blanca, los acompañó cantando hasta el cementerio.