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Después de varios días de encierro aún no se había amortiguado en él la impresión que le produjo ver por primera vez la iglesia solitaria y cerrada. Sus pasos retumbaban sobre el pavimento, cortado a trechos por los sepulcros de prelados y grandes señores de otros siglos. El silencio del templo muerto se alteraba con extrañas sonoridades y roces misteriosos.

Debajo de ellas sus luminosos cabellos, semejantes á una sombría lámpara de noche, lanzan misteriosos rayos de esmeralda y otros colores que, relumbrando ó palideciendo, revelan un sentimiento y cierto misterio inexplicable.

El contacto de la muchedumbre, aquel fluido magnético conductor de misteriosos apetitos, que se comunicaba de cuerpo a cuerpo por el roce de hombros y brazos, entró en ella y la sacudió. «Déjeme usted sola dijo a su padrino . Yo tengo que hacer. Le va a reñir a usted doña Laura.

La señora de Aymaret abandonó el castillo y tomó el camino de las Loges, fraguando en su cabeza el mejor plan para atenuar en lo posible el rudo golpe que aguardaba a Pedro, resolviendo al cabo en sus adentros, insistir sobre la entrada de su amiga en el Carmelo y dejar en la sombra esos misteriosos amores cuya semi-confidencia había logrado arrancar a Beatriz.

y aunque esclavos feroces y muros densos, á audacias de galanes ponen respeto, ama la hermosa, que no hay puertas ni muros que amor no rompa. Nace en la ardiente vida y allí se esconde, que el alma tiene el gérmen de los amores, y comprimidos, se exhalan misteriosos en los suspiros.

Acababa de hacerse cargo de que aquella mujer no podía ser suya; que en aquel corazón idolatrado, henchido de sentimientos misteriosos, quizá grandes y sublimes, pero incomprensibles para él, ocupaba lugar muy secundario. Una lágrima saltó a sus ojos y se deslizó temblorosa por sus mejillas.

Miguel Fedor encontró dos veces á Alicia en el palacio Lubimoff. Ella no sentía el miedo de su madre, y hasta consideraba muy originales é interesantes las manías de la princesa. Cuando la visitaba, en tardes de aburrimiento, parecía creer en su velador y en sus protegidos de gestos misteriosos.

Y sólo veo entre sombras aquellos ojos... ¡Oh, amada! ¡Qué tristezas extrahumanas, qué irreales leyendas de amor relatan! ¡Qué misteriosos dolores, qué sublimes esperanzas, qué mudas renunciaciones expresan aquellos ojos que en las sombras fijan en sus miradas!

El gran Raimundo Lulio amenaza con la condenación eterna a quien los divulgue. La doctrina debe permanecer oculta y sólo transmitirse entre los iniciados por medio de misteriosos símbolos y para el vulgo indescifrables figuras. La llave del tesoro ha de confiarse sólo a quien sea capaz de custodiarla. La ciencia no es un sueño vano.

Lucía lo ignoraba; pero los misteriosos llamamientos de aquella diestra desconocida la atraían cada vez más, y corriendo, corriendo, trataba de acercarse a la casa; pero el erial se prolongaba, detrás de unas calles de arena venían otras, y después de andar horas y horas aún veía delante de larguísima hilera de plátanos entecos, cuyo fin no se divisaba, y la casa de Artegui más lejana que nunca.