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El exterior de la Scala es pobre y de muy mal gusto: tiene la apariencia de una casa particular, y una entrada reducida, de tan pésimo gusto como la del teatro de Oriente de Madrid por el lado de palacio, cuya forma es la misma. La escena está muy bien servida en la Scala, no deja nada que desear; excelente y numerosa orquesta, mediana compañía.

No puede sostenerse con la misma certeza que las piezas de Naharro se representaran también en España, aunque parezca verosímil. Las diversas ediciones de la Propaladia, que se hicieron en Sevilla, prueban la favorable acogida, que se le dispensó en ella.

A la mano derecha deste seminario andante estaba un grande edificio, a manera de templo sin altar, y en medio dél, una pila grande de piedra, llena de libros de caballerías y novelas , y alrededor, muchos muchachos de diez a diez y siete años y algunas doncelluelas de la misma edad, y cada uno y cada una con su padrino al lado, y don Cleofás le preguntó a su compañero que le dijese qué era esto, que todo le parecía que lo iba soñando.

En uno de los extremos de la ciudad, pasado el Colegio, hay unos terrenos pantanosos llamados Cienaga, de donde nace un pequeño arroyo que serpentea por la misma playa y del cual se sirven los naturales. Sobre este arroyo hay un sólido puente de piedra que pone en comunicación la playa con el pueblo.

Vaya, me ha dicho don Pedro, mi principal, que suba usted mañana con su tío, que tiene que hablar con ustedes. ¿Para qué? Para saber si quiere usted ser cómica. ¡Yo artista! exclamó Cristeta con indefinible sorpresa. La misma que viste y calza. Es usted joven, guapa, tiene talento, voz, afición. Lo que es afición que tengo. Bueno, pues con estudiar un poco... En fin, suban ustedes mañana.

Ella misma leía las oraciones en latín. Los domésticos griegos se asociaban devotamente a la plegaria común, a pesar del cisma que divide a los cristianos de Occidente. Mateo Mantoux se arrodillaba en un rincón, desde el cual podía ver sin ser visto, y desde allí trataba de leer en la cara de Germana los estragos del arsénico.

Su corazón latía violentamente y poco faltaba para que la angustia la venciera. La voz del intendente seguía gritando con la misma violencia; pero la condesa hablaba al mismo tiempo que él, y Marta sólo pudo oír sonidos mezclados y confusos, y palabras sin ningún sentido. Creyó entender, sin embargo, que hablaban de Elena, del viejo conde y de su herencia.

Lo que no sufría metamorfosis era aquella pasioncilla que antes llamamos vergüenza de misma, y que la impulsaba a eliminar su persona de todo lo que pudiera ocurrir en lo sucesivo en Aldeacorba.

Al propio tiempo venían nuncios y embajadores de los aposentos de las sultanas, siempre con las tristes nuevas de que Híala permanecía en su misma enajenada situación. El Sultán, en profunda meditación, se hallaba fantaseando sobre lo extraño de aquellas aventuras, reclinado en su alfarir o solio de púrpura, cuando apareció ante sus ojos el amable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana.

Suelen los nombres colocar baxo una misma especie las cosas que tienen entre semejanza, ó sea en el color, ó en el gusto, y por esto se gobiernan para atribuirlas unas mismas qualidades.