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Algo más tranquila ya sobre la suerte su padre, ella pensaba en misma y lloraba y lloraba ahogando sus sollozos para que el viejo no los oyese.

La apoplejía misma no halla en él un agente curativo, cuando árnica solo es preferible en sus prodromos frecuentemente despreciados, desapercibidos ó muy rápidos; pero vuelve el acónito á tener lugar en el tratamiento, cuando habiéndose vencido con otros medios la congestion, el corazon toma su influencia activa; en este caso, árnica ó algun otro modificador mejor apropiado, debe asociársele generalmente.

Todos los que estaban sanos le tenían por loco, pero apenas sentían cierto quebranto en su salud, respiraban la misma fe que las pobres mujeres que permanecían largas horas en casa del Dotor, viendo á lo lejos su barca, esperando que volviese del mar para enseñarle los niños enfermos que llevaban en brazos.

Si en vez de tomar un punto del hemisferio norte de la Tierra hubiéramos considerado un horizonte del hemisferio sur, el observador habría notado la misma sucesión de fenómenos, pero en orden inverso.

Los mosquitos y falenas, revividos por el crepúsculo, zumbaron en torno de estas flores de luz rojas y amarillas. Volvió á sonar la voz de ella en el ambiente crepuscular, con la misma vaguedad que si hablase en sueños.

El marido yo lo encontraré respondió la abuela. Eso es sencillo y fácil. Prométeme solamente ser razonable y no rechazar a ciegas cualquier proyecto de matrimonio. , abuela, te prometo tratar de hacerlo respondí con firmeza. Pero concédeme una gracia en cambio de esta promesa. Antes de tomar una resolución, déjame algún tiempo para estudiarme a misma y estudiar a los demás.

Sandoval quiso marcharse con los versos, pero el autor todavía le dió otra orden. Mañana escriba á máquina un anónimo para la persona que usted sabe, y dígale que El caballero de la ardiente mirada y el general Martínez son una misma persona.

Otros árboles de corteza rugosa, cuyos troncos salen de la misma orilla del arroyo, sólo aparecen blancos de nieve por el lado del viento; el resto del árbol conserva su propio color y las ramas sólo aparecen salpicadas de algunos copos.

Voy a razonar fríamente conmigo misma, como conviene a una persona que hace el balance de su vida. ¿Ser su esposa? Eso es imposible, bien lo . ¿Huir? ¿Qué haría en medio de extraños? Los conozco; conozco a los hombres y los desprecio. Ellos me han hecho daño, seguirán haciéndome sufrir. Todo lo que me queda de fe, de amor y de esperanza, no descansa ya más que en él. Pues bien, ¿morir?

El único signo que advertí de su emoción fue cuando le di la mano al acercarme. ¡Qué encarnada se puso la pobrecita! Moreno continuaba sonriendo con la misma condescendencia, mientras su amigo se desahogaba tan fogosamente. Al cabo le atajó. No te forjes muchas ilusiones por eso del rubor ni te subas al trípode. El rubor es un fenómeno muy prosaico, querido.