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Es curioso tambien, en el trayecto, el pueblo de Villacañas, correspondiente al país de Don Quijote. Esta singular arquitectura de la miseria no es rara en España, y en ninguna parte interesa tanto como en uno de los barrios de Granada. A su tiempo descubriré ese curioso pormenor. La travesía de la Nueva Castilla continuaba la serie de contrastes que yo iba observando.

Casi todos los hombres cuando duermen la siesta se levantan de mal humor. Con Martinán no rezaba esta miseria fisiológica: se levantaba más alegre que nunca, fresco y risueño como una mañana de primavera. ¡Míralo, míralo qué fresco y qué colorado se levanta ese zorro de la cama! exclamó uno.

Los novelistas han introducido en la sociedad multitud de ideas erróneas. Son los falsificadores de la vida, y por esto deberían ir todos a presidio. JOAQUÍN. Tu dinero nos serviría para ir pasar dos días, tres. Luego volveríamos a la misma situación de miseria, y como tus riquezas no habían de ser tales que yo pudiera con ellas romper este cerco en que me hallo... JOAQUÍN. Ta, ta, ta.

¡Los milagros de la ilusión! Muchos de aquellos hombres habían trabajado otra vez en América, huyendo luego desalentados. Preferían la miseria en la patria a la vida vagabunda del peón en el Nuevo Mundo, y al volver a su país besaban el suelo con transportes de entusiasmo, jurando morir en él. «América para los americanos.

En el primero de esos territorios de la miseria viven amontonados, enhambrecidos y generalmente miserables, mas de novecientos mil individuos.

La nocturna reunión era una queja continua contra la injusticia social. Se sentían más desgraciados al darse cuenta exacta de su estado. El zapatero recordaba con los ojos lacrimosos al pequeñuelo muerto de hambre, y hablaba de la miseria de su prole, tan numerosa que hacía inútil su trabajo.

Era una verdadera madre la mujercita de la dulce sonrisa. En aquel grupo de conmovedora miseria había algo que él no había conocido jamás, y los dos pobres chicuelos, martirizados por el hambre, destinados a vivir como parias de la sociedad, gozaban lo que él, criado entre lujo y ostentación, no había tenido nunca.

Si San-Gil ocupa el centro mismo de Lóndres y es principalmente el barrio de la indigencia, la inmundicia y la suprema desnudez, Bethnal-Green y Spitalfields son los asientos del vicio en todas sus formas y con toda la hediondez de la crápula infame, en tanto que White-Chapel, que recoge sus reclutas en las filas de la miseria, es la espantosa madriguera del crímen.

El dilema es inevitable: ser comido lentamente por los frailes, los derviches, los bonzos, con elevada mortalidad y miseria grande, para ser luego despojado o absorbido de golpe por los rivales o levantarse y andar como ellos.

Se abrochaba su vestidillo humilde diciendo: «Ya tengo otra vez la librea de la miseria». Eponina salió, dejándolos solos. De repente Isidora se fue derecha hacia Miquis, y cruzando las manos delante de él, le dijo con acento de intenso dolor: «¡Amigo, estoy desesperada! ¿Qué tienes? le preguntó él, sintiendo ante aquella pena y aquellas lágrimas una cobardía dulce. ¡Estoy desesperada!