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Ronca, es un hecho. En aquel tiempo la Regenta hubiera mirado esto como una desgracia suya, que le mandaba exprofeso el destino para ponerla a prueba. ¡Un marido que ronca! Horror... basta. Veo que tuerce usted el gesto. Perdón. No más cháchara. A Frígilis que venga con usted o antes.

¿Sois vos el novio, no es esto? dijo sentándose en un sillón y mirando al joven con el mismo aire impertinente con que hubiera mirado á un ayuda de cámara. , señora; yo soy dijo don Juan, templando su acento al tono del de la duquesa, porque en orgullo no cedía á nadie ; yo soy el marido de doña Clara.

Desde las siete de la noche los amigos del finado entraban silenciosos en la sala y tomaban asiento sin proferir palabra. Un duelo era en buen romance una consagración de mudos. La cuadra era el cuartel general de las faldas y de las pulgas. Las amigas imitaban a los varones en no mover sus labios, lo cual, bien mirado, debía ser ruda penitencia para las hijas de Eva.

Algunos chicos, pregoneros de periódicos, chillaban ya desaforadamente: «La Salve que cantan los presos al reo que está en capilla». Desde que tengo uso de razón he sabido que existe la pena de muerte en nuestro país; y no obstante, siempre la he mirado del mismo modo que los autos de fe y el tormento; como una cosa que pertenece a la historia.

»Este soldado, pues, que aquí he pintado, este Vicente de la Rosa, este bravo, este galán, este músico, este poeta fue visto y mirado muchas veces de Leandra, desde una ventana de su casa que tenía la vista a la plaza.

Acuérdate también, Clara mía, de lo que la has querido. ¿Cómo es posible que me odies a que te quiero tanto, a que te miro y te he mirado siempre como un ángel bajado del cielo? Yo no te odio, Elena... pero amo a mi hermano como hermano y como padre. Tienes razón. Despreciadme, maldecidme. Hice traición al mejor de los hombres.

19 [Entonces] hirió [Dios] de los de Bet-semes, porque habían mirado el arca del SE

Sería una falta de respeto, pecaría yo de presumido e insolente, si advirtiese a mi padre del peligro que no ve. No hay medio de que yo le diga nada. Además, ¿qué había yo de decirle? ¿Que se me figura que una o dos veces Pepita me ha mirado de otra manera que como suele mirar? ¿No puede ser esto ilusión mía? No; no tengo la menor prueba de que Pepita desee siquiera coquetear conmigo.

Lo vasto y asombroso de ellas, á la primera impresion, manifiesta un aspecto tan extraño que se mirará con el mayor desprecio. No obstante nada me acobarda, porque el amor y espirítu de patriotismo con que he mirado las justas, piadosas y benéficas intenciones del Rey, en la ejecucion de estos establecimientos, á todo arrostra.

Luego sin este supuesto no hay principios sobre que fundar, no hay nada; no hay mas que ilusion, y bien mirado, ni ilusion siquiera, pues no hay ilusion si no hay iluso. Nuestra existencia no puede ser demostrada: tenemos de ella una conciencia tan clara, tan viva, que no nos deja la menor incertidumbre; pero probarla con el raciocinio es imposible.