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En otras edades era frecuente, casi general, y no estaba mal mirado el coburguismo ilegítimo masculino, desde Ciro el Menor con Epiaxa, reina de Cilicia, señora es de creer que ya jamona, a quien aquel héroe sacaba mucha moneda, hasta los galanes caballeros de la corte de Luis XIV y Luis XV.

Turbado por la inesperada presencia, no supo qué decir. Ella agradeció con una sonrisa esta confusión, considerándola como un homenaje a su bizarra hermosura, que hacía perder la calma a los hombres más graves. ¡Siempre solito!... volvió a repetir . Usted no quiere ser mi amigo... Le he mirado muchas veces, le he hablado... y nada.

Ojeda, durante la larga ceremonia, había mirado muchas veces a los balconajes del castillo central, esperando ver a Maud entre las señoras asomadas a ellos. Pero la norteamericana permanecía invisible.

Miguel Rivera, que paseaba con Mario, había mirado dos o tres veces con inquietud hacia allá. Al fin, no pudiendo contenerse, exclamó: Mira, chico, haz el favor de llamar a tu mujer, porque ese bandido de Romadonga debe de estar diciéndole alguna desvergüenza. Mario se apresuró a cumplir el encargo, con gran satisfacción de la pobre Carlota, que estaba en brasas.

El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle, y remirarle y tornarle a mirar de arriba abajo; y, después que le hubo bien mirado, le dijo: -Si tienen algo que darme a comer, por amor de Dios que me lo den; que, después de haber comido, yo haré todo lo que se me manda, en agradecimiento de tan buenos deseos como aquí se me han mostrado.

Digo que fue tanto, que, con voz atropellada y tartamuda lengua, lanzando vivo fuego por los ojos, dijo: ¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas ínclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación? ¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas! ¡Vete; no parezcas delante de , so pena de mi ira!

Tal vez el capitán Laurier no veía con claridad; pero ella le había mirado con sus ojos cándidos, volviendo la vista precipitadamente para evitar su saludo... El viejo se entristeció ante tal indiferencia, no por él, sino por el otro. ¡Pobre Julio!... El inflexible señor, en plena inmoralidad mental, lamentaba este olvido como algo monstruoso.

Pero ¿cómo investigar todo eso? Estudiar tales objetos es conocer la Gran Bretaña, y para alcanzar semejante resultado se necesita de años de minuciosa observacion, recorriendo el país en todas direcciones. En tanto que no haya tenido esa fortuna debo confesar mi ignorancia, puesto que apenas he mirado, al pasar, una parte de la fisonomía exterior complicadísima de aquella gran sociedad.

11 Y entró el Señor en Jerusalén, y en el Templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y siendo ya tarde, se fue a Betania con los doce. 12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. 14 Entonces Jesús respondiendo, dijo a la higuera: Nunca más coma nadie fruto de ti para siempre.

La energía indomable del doctor Vargas lo salvó; pero, cuando salió de la lucha, la juventud había pasado, y sólo quedaba en el alma un cariño inmenso por los que sufrían lo que él había sufrido. Siempre he mirado con un supremo respeto al distinguido escritor colombiano que tiene, como Prometeo, la cadena que lo aferra y el buitre que lo devora, sin que su espíritu decaiga un instante.