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El conde la contemplaba con los ojos dilatados, expresando la ansiedad y el espanto. De modo que lo que me han dicho de los martirios que haces pasar a nuestra hija ¿es cierto? ¡Y tan exacto! Y aún no los sabes por completo... Mira, voy a referírtelos todos para que no te llames a engaño...

En un momento se reunió allí medio pueblo. ¡Mira la Cereza, qué gorda viene! exclamaba un chico. Mira la Garbosa; ya tiene una cría decía otro. ¡Mirad, mirad la Morica, qué grande se ha puesto! Era una becerra y ya parece una novilla apuntaba un tercero. Todos conocían á las vacas por sus nombres y sabían sus cualidades y sus defectos como si fuesen propias.

Una noche, pues, ardiendo más en tales deseos, que con la fiebre que interiormente le abrasaba, sintió que se acercaba una como multitud de gente que hacía gran estruendo y ruido, y era una cuadrilla de demonios que huía de la iglesia maldiciendo aquel santo lugar y á los neófitos que en él se estaban disciplinando, y llegándose á su choza le dijeron: «Mira, mira cómo se azotan los indios; ¿no ves con cuánta razón te predicamos que no te dejes engañar de las patrañas de estos malvados?

habrás aprendido, cuando tengas canas como yo, el poco valor de esas cosas. ¿Has notado que tengo canas, María? respondió esta. Pues mira, bien joven soy; pero el sufrir madura pronto la cabeza. Mi corazón ha quedado joven, María; y te ofrecería flores de primavera si no temiese te asustasen las tristes señales de invierno que ciñen mi frente.

2 Riesgos de amor y amistad, de D. Juan Vélez de Guevara. 3 Satisfacer callando, de D. Agustín Moreto. 4 El nuevo mundo en Castilla, de D. Juan de Matos Fragoso. 5 Los prodigios de la vara y capitán de Israel, del Dr. Mira de Mescua. 6 El amor hace discretos, de un ingenio de esta corte. 7 Todo es enredos Amor, de D. Diego de Córdova y Figueroa. 8 Poder y Amor compitiendo, de Juan la Calle.

Miranda reunió cuanta energía supo en voz y actitud y dijo al animoso cazador: Pero mira que Lucía y yo habíamos decidido emprender la vuelta para España... dentro de dos o tres días, a lo sumo... y como Pilar está así, delicada... tu presencia es necesaria aquí.

Todos los ministros de S. M. estaban á la mira si con el nuevo Rey hobiese nuevo acuerdo en lo de la paz, y ansí acordaron en Consejo que Don Alvaro de Sande viniese á Mesina, como vino; y hallando quel Visorrey daba priesa á las provisiones, con deseo de llevar adelante la empresa, y viendo esta determinación, por no perder tiempo, partió D. Alvaro con las galeras á Génova, para ir de allí á Milán por la gente.

Hecha la empanada, fue la misma niña a meterla en el horno, y siguiendo una piadosa costumbre tradicional de aquella tierra, se santiguó y rezó un padrenuestro, para obtener resultado feliz. ¿Sabes una cosa, Martita? ¿Qué te pasa? Que con estos olores de cocina y el trajín de la dichosa empanada, se me ha despertado un apetito más que regular. Pues mira, eso comiendo se quita. Ven conmigo.

Al día siguiente, resistiendo al empeño de Maxi que quería llevarlas a San Isidro, fueron, como estaba concertado, a la calle de Mira el Río. Temía Fortunata aquella visita por diferentes motivos, no siendo el menor la pena que le causaría, ver los restos de Mauricia. Temerosa y sobresaltada, quedose en la salita, donde estaba doña Fuensanta con un pañuelo negro por los hombros.

Y mira, Juan, te miento; ahora mismo te estoy mintiendo, yo creo que no por qué te quiero, pero debo saberlo muy bien, sin notarlo yo, porque por qué pueden quererte los demás.