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Al frente, Burjasot, prolongada línea de tejados con su campanario puntiagudo como una lanza; más allá, sobre la obscura masa de pinos, Valencia achicada, liliputiense, cual una ciudad de muñecas, toda erizada de finas torres y campanarios airosos como minaretes moriscos; y en último término, en el límite del horizonte, entre el verde de la vega y el azul del cielo, el puerto, como un bosque de invierno, marcando en la atmósfera pura y diáfana la aglomeración de los mástiles de sus buques.

El caserío de Cádiz se desarrollaba ante mi vista, sus casas blancas sin alero, la catedral con sus dos torres y su cúpula dorada, las azoteas con sus torrecillas como minaretes y algunos de esos lienzos de pared blancos, con dos o tres ventanas pequeñas, como los paredones de las casas árabes.

Pronto se hallaron muy cerca de un soberbio palacio de mármol, tan grande y bello que hasta el mismo genio misterioso, que conducía á nuestra amiga, se quedó absorto ante tanta magnificencia. Oíanse por allí algazaras como de baile ó festín, y músicas sorprendentes. Flotaban banderas en los minaretes y azoteas, y por las ventanas se veía discurrir la gente alegre y bulliciosa.

Pero por lo menos no habrá allí, así lo espero, minaretes de flechas agudas sobre los cuales sienten a las gentes, mezquitas donde insulten a las jóvenes, y cristianos que degüellen a un anciano como un corzo. Además, usted no ha estado allí, ¿verdad, comandante? , Blasillo. ¿Y permaneció usted mucho tiempo en ese hermoso país?

En la madrugada siguiente último día del viaje , el camarero de Desnoyers lo despertó con apresuramiento. «Herr, suba á cubierta: lindo espectáculoEl mar estaba velado por la niebla, pero entre los brumosos telones se marcaban unas siluetas semejantes á islas con robustas torres y agudos minaretes. Las islas avanzaban sobre el agua aceitosa lenta y majestuosamente, con pesadez sombría.

El templo griego henchía en el espacio los bultos dorados de su techumbre; la iglesia católica hacía brillar la cruz en lo más alto de su campanario; la sinagoga, de formas geométricas, se desbordaba en una sucesión de terrazas; los minaretes islámicos formaban una columnata blanca, afilada, esbelta.

Es ley de la naturaleza, y por lo tanto santa y respetable, que para que unos gocen padezcan otros.... Vosotras, hermosas señoras, sois las herederas de aquellas ilustres damas romanas que enviaban a estas minas sus esclavos a arrancar el bermellón para embellecer su rostro, y de aquellas otras árabes que lo hacían traer para decorar sus minaretes en los alcázares de Córdoba y Sevilla.

En un picacho estaba el depósito y para ocultarlo veíase agrupado en torno del monte el caserío de cartón que fingía ser la ciudad de Belén, sobre cuyos minaretes de cartulina ondeaba la bandera española.

Fernando, que la había visto años antes y guardaba el recuerdo de una ciudad inmensa, pero chata, casi a ras de tierra, sin otros salientes que las torres exiguas de sus iglesias, quedó sorprendido al distinguir construcciones altísimas, rascacielos como los de las metrópolis norteamericanas, edificios rematados por minaretes y cúpulas, que brillaban lo mismo que fanales con el reflejo del sol.

En la desembocadura del Vardar se levantaban los volátiles de agua dulce con ruidosos gritos, ó permanecían orlando las orillas, inmóviles sobre sus largas patas. Frente á la proa fué surgiendo una ciudad entre las ondas albuminosas de la bruma. En un pedazo de cielo limpio y azul se destacaron varios minaretes, brillando sus remates con los fuegos de la aurora.