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Vamos, añadí, aquí se necesita un poco del carácter militar para arreglar este asunto. Vd. que lo ha sido, ayúdeme por su lado. Lo todo; que Vd. adora a esta niña, y da Vd. en ello prueba de que vale mucho. Ella lo ama a Vd. también, y si no que lo digan esas lágrimas que derrama, y esos padecimientos que ha tenido desde que Vd. se fué a servir a la Patria.

Muy mal parado estaba el infeliz Elías; y ya se encomendaba á Dios con toda su alma, cuando la inesperada llegada de un nuevo personaje puso tregua á la cólera de sus enemigos, salvándole de una muerte segura. Era un militar alto, joven, bien parecido y persona de noble casa sin duda, porque, á pesar de su juventud, llevaba charreteras de una alta graduación.

En vez de quejarse de esta mutilación, la enseñaba siempre con orgullo, porque probaba su participación en el más glorioso suceso que vieron los pasados siglos y verán quizá los venideros . El día 7 de octubre de 1571 parece haber sido siempre el plácido recuerdo, que lo consolaba en los muchos apuros y penalidades de su vida, puesto que hasta en sus últimos años dice en su Viaje al Parnaso, que, cuando extiende su vista por la desierta superficie de los mares, se le viene á la memoria la heróica hazaña del heróico D. Juan, en la cual él tomó parte, aunque en un puesto inferior, con ardiente sed de militar renombre, varonil coraje y noble corazón.

Aquel capitán vigoroso y de aire insolente, que podía fusilarle, era el mismo pequeñín que había visto corretear en la estancia, el Moltkecito imberbe del que reía su hija... Mientras tanto, el militar explicaba su presencia allí. Pertenecía á otra división. Eran muchas... ¡muchas! las que avanzaban formando un muro extenso y profundo desde Verdún á París.

Dióles ocasion para este reposo el tener llana y segura la salida par Tesalia, y la abundancia de bastimentos que hallaron en las tierra, poco trabajadas antes de gente militar.

El militar estaba atónito y algo corrido. Parecíale que aquello era una réplica indirecta á su expresiva disertación del camino; y aunque se le ocurrió contestarla, vió en el rostro de Elías una expresión de contumacia y ferocidad que le intimidó. Su atención estaba en parte reconcentrada en la compañera del realista.

Había sido militar en sus mocedades; pero, por no servir para la milicia, viose forzado a dejar la pesadez y estruendo de las armas. Había sido empleado en Rentas, pero cumplía tan mal y se tomaba tan largas vacaciones, que le despidieron de la oficina. Fue contador de un teatro, y se arruinó la empresa.

El pobre militar hacía cuanto era imaginable para dominar el carácter de aquel basilisco, en quien parecían haberse reunido todas las malas cualidades que la naturaleza suele emplear en la elaboración de las mujeres.

Uno de los oficiales, viejo artillero, les explicó esta precaución. Debían seguir cuesta arriba cautelosamente. Estaban al alcance del enemigo, y un automóvil podía atraer sus cañonazos. Un poco fatigosa la subida continuó . ¡Animo, señor senador!... Ya estamos cerca. Empezaron á cruzarse en el camino con soldados de artillería. Muchos de ellos sólo tenían de militar el kepis.

Hemos hecho, pues, el viaje juntos, hablando con calor de nuestros hechos de armas, de las batallas en que nos hemos encontrado, de los vicios de nuestra organización militar y de los motivos que han hecho esta guerra, de la cual hemos sido actores, tan desastrosamente inútil.