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Y en ninguna parte se lleva mejor el luto que en el campo. Accedió Adolfo, y fue a instalarse con sus dos hermanas en una modesta casa-quinta del pueblo donde debía desempeñar su nuevo cargo. Ignacio no los acompañaba porque, siendo alférez, vivía en el cuartel su vida militar. Hizo Laura prodigios con el poco dinero que llevaran y con el escaso sueldo de su hermano.

Lo he visto después muchas veces; creo que ahora es general. ¿Cómo dice usted que se llamaba?... Y siguió evocando sus recuerdos; pero el español se dió cuenta de que confundía á Canterac con otro militar amigo suyo, haciendo una sola persona de los dos hombres, conocidos en períodos distintos de su vida. Robledo sabía con certeza que Canterac había muerto.

Díjose entonces en España por proverbio «Los Gelves, madre, malos son de ganaraunque no pudiera presentirse que habían de ser teatro de desastre harto más serio, por uno de los mayores de la historia militar española, así en pérdidas de personal y material, como en la más sensible de la reputación y de la confianza ganada con tantas victorias anteriores.

Un rayo cayendo sobre la casa; las palabras proféticas del festín de Baltasar apareciendo en la pared en letras de fuego; el nivel del Sena cambiando de repente y haciendo que el río se precipitase sobre el jardín; el Presidente de la República apareciendo de pronto escoltado por su cuarto militar para bailar en la boda de Herminia; ningún cataclismo, ninguna manifestación divina, ninguna inverosimilitud social, hubieran causado á Clementina un estupor semejante al que sintió.

De la ciudad, por ejemplo, se le pedían franquicias más o menos latas para el comercio o la navegación, a título de no qué méritos contraídos por la plaza en determinadas crisis políticas... o meteorológicas, pues cuando se trata de pedir, toda razón se alega por motivo justo: del distrito le exigían carreteras o canales; y tal cual elector, porque había perdido la cosecha, por obra de no qué plaga, pretendía que se le perdonara la contribución de aquel año, amén de dársele grano para la nueva siembra, y de declarar desde luego exento del servicio militar a un su hijo que debía entrar en el sorteo próximo.

Á pesar de su optimismo, de su genio alegre y de su afición á tomar muchos sucesos por el lado cómico, D. Fadrique, no pudiendo hallar nada cómico en aquel suceso, cayó enfermo con fiebre y se desanimó mucho en su afición á la carrera militar. Desde entonces se declaró más en él la manía de ser filántropo, especie de secularización de la caridad, que empezó á estar muy en moda en el siglo pasado.

Hasta sospechaba ésta que su aspecto era poco militar, á causa de los torpes movimientos de una vida vegetativa acostumbrada á encorvarse sobre la mesa de escribir. Pero cumplía su deber, y más de una vez le habían citado por sus frías audacias. Nunca se realizarían los deseos de los dos.

A siempre me gustó mucho la vida del militar; hoy aquí, mañana allí, unas veces con mucho dinero, otras veces sin una peseta. ¿De modo, que a V. le gustaría viajar, conocer países? , señor, muchísimo; yo soy un hombre muy especial en eso. ¿Y qué necesidad tiene V. de hacerse militar para ello? ¿No se puede viajar de paisano?

Primero ingresó en una de las oficinas de la Dirección de Infantería, con permiso para dormir en su casa, y a las pocas semanas, como era bachiller, previo cierto examen que exigía la legislación vigente, fue ascendido a alférez y destinado a prestar servicio en el mismo centro militar. Con esto y los cinco mil reales, la situación de la familia mejoró bastante.

No ha sido nada dijo el militar, que se había descubierto respetuosamente, no ha sido nada: pasaba hace un momento por la calle, y cinco hombres soeces que le encontraron quisieron que cantara no qué cosa, y el señor, que no estaba para cantos, se negó." La joven miró al militar con expresión de estupor. Parecía no comprender nada de lo que éste había dicho.