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Rosalindo Ovejero era el único que deseaba seguir la tradición, bajando á la ciudad para acompañar al Señor del Milagro en su solemne paseo por las calles. Desde que anunció su viaje, el rancho de adobes con techumbre sostenida por grandes piedras, que había heredado de sus padres, empezó á recibir visitas. Todos acompañaban su encargo con un billete de á peso.

Aquella mutua salvación había permanecido ignorada de entrambos durante muchos días. Ninguno de los dos, al sentirse renacer por obra del otro, había creído posible, sin embargo, que semejante milagro se hubiese realizado por su propia virtud.

Se sintió transportada más bien que conducida á un sillón y cuando abrió los ojos encontró á su hijo de rodillas que la miraba llorando. ¡Oh! querido hijo ¿eres ? balbució la pobre mujer. ¿Es posible que seas ? Dios ha hecho por nosotros un milagro. , querida madre, dijo gravemente Jacobo, pero nuestros fieles amigos lo han ejecutado.

Vino gente, nos recogió, nos dió abrigo, y aquí nos trajo: al señor, en el estado en que usté le ve, ó poco menos; y á , como si nada hubiera pasado, que de algo vale el no ser viejo y haber sorbido mucha desgracia. Lo cierto es, señor, que si el estar los dos vivos no es un milagro de Dios, no he visto cosa que más se le asemeje.

Bien conocía yo la causa del milagro. Como conocía la de que Facia, al revés de todos los demás, anduviera tan alicaída y tétrica las pocas veces que se dejó ver en la cocina.

Huyeron espantados, corrieron toda la noche y a la mañana siguiente se encontraron a corta distancia del convento. Entonces viendo claramente el dedo del Señor, se convirtieron; y en memoria de este milagro, erigieron esa cruz, a la que el pueblo ha conservado su nombre. Voy a decirle cuatro palabras bien dichas a ese calavera. Rafael, Rafael.

El galán quedó mortalmente herido en su propia casa, y sólo por un milagro de la cirugía pudo salvar la existencia. Sabía ese lance de mi padre dijo doña Luz , pero ignoraba quien fue su adversario y la causa del lance. Prosiga V., Sr. D. Gregorio. Ya que sabe V. que el galán era el señor Marqués, su padre de V., seguiré este relato designándole con su nombre.

Romagné inclinó la cabeza y retirose arrastrando los pies y saludando a los presentes. El notario recuperó su alegría y el médico sus ensueños de gloria. No quiero alabarme a mismo decía modestamente M. Bernier, pero Leverrier descubriendo un planeta por la fuerza del cálculo, no ha realizado un milagro tan grande como yo.

Señor duque respondió el doctor , puesto que estamos solos, podemos hablar de cosas serias. Creo que no he ocultado a usted el estado de su hija. El duque hizo una pequeña mueca sentimental y dijo: Verdaderamente, doctor, ¿es que no se puede ya esperar nada? Yo creo, falsa modestia aparte, que es usted capaz de un milagro. Le Bris movió tristemente la cabeza.

Y para prueba más manifiesta del milagro se llegaron las llamas á una casa y formaron sobre ella un arco, pero sin lesión alguna. Con esto se confirmaron los cristianos en la fe y en la devoción á la Madre de Dios, y los bárbaros, vencidos más del prodigio que de su promesa, se alistaron en el número de los fieles.