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Con este caso bien podía darse a entender, sin declararlo con la pluma, que, sin un milagro de Dios, de madre mala no puede nacer hija buena, porque aun sin contar con lo que influye en las inclinaciones de las segundas el mal ejemplo de las primeras, hay quien cree que los vicios se heredan como las escrófulas y la tisis.

El hospital y la cárcel fueron buscados como refugios venturosos, donde se comía regularmente y como de milagro. Millares de infelices se fraguaban pústulas sangrientas o perpetraban delitos para ser alimentados. Las calles estaban llenas de limosneros fingidos; los campos, de falsos anacoretas; los puertos, de famélicos hidalgos que venían a pedir una plaza en los galeones.

Zamacois, Roberto Castrovido, escriben sus admirables novelas y sus artículos maravillosos sobre una mesa de mármol, con un tinterillo menguado, entre el bullicio, envueltos en el humo de las salas de un cafetín de barrio. Es éste un milagro de aislamiento entre la muchedumbre, para el que es preciso una gran fuerza mental. Valle-Inclán escribe en la cama, con lápiz.

¡Vanas ilusiones! dijo Juanita. ¡Es imposible que vuelva! ¿Por qué ha de ser imposible? ¿Por qué el Cielo, la Providencia, no ha de hacer un milagro por ti, por ti, mi querida hermana, que eres tan buena? ¡Ah! exclamó Juanita. ¡Cállate!

Por otra parte, tanto en el café como en los saloncillos de los teatros, había tenido ya más de un rozamiento, alguna disputa agria que no había terminado en el campo del honor por milagro. Acaso no fuera milagro, sino el temor que inspiraba la misma violencia de Tristán y su extraordinaria habilidad en la pistola, ya conocida de algunos.

En vano esperaba Poldy y hasta fantaseaba el milagro de que la cigüeña hablase, pero la elocuencia de la cigüeña jamás iba más allá de los castañetazos de costumbre y de algunos roncos y desentonados silbos, que eran todo su lenguaje. Con esto nada podía ponerse en claro. La cigüeña se mostraba muy amiga y muy mansa con la joven Condesa.

No había milagro; el sol iba á salir, la mañana prometía ser magnífica, la brisa era deliciosamente fría, las estrellas en el oriente palidecían y los gallos cantaban á más y mejor. Aquello era mucho pedir; ¡más facil le era á la Virgen enviar los doscientos cincuenta pesos! ¿Qué le cuesta á ella, la Madre de Dios, dárselos?

Usted siempre haciendo algo por Dios, padre, ¡ji! ¡ji! lo mismo en la iglesia, que a la cabecera de los moribundos... que en los huecos de las puertas, ¡ji! ¡ji!... Si usted se muere antes que yo, ya tiene usted un testigo de alguno de sus milagros para que le canonicen... Vaya, no quiero estorbar el milagro. Hasta la vista. ¡Ji! ¡Ji!

Sepa yo al menos por qué. ¿Es por tu padre? ¿es por tu marido? ¿es por tu hijo? ¿es por el mundo? ¿es?... Es murmuró ella bajándose y con gran dulzura . Es... por Dios. ¡Dios! gimió el pesimista . Y si no lo hub.... Una mano le tapó la boca. ¡Duda usted aún después de que hoy, por un milagro... usted lo dijo, por un milagro... ha preservado su vida!

«¿Míos? ¿Has dicho que todo lo de D. Carlos puede ser mío? estás loco, Almudenilla. Tudo tuya... por la bendita luz. Si no creer , priebar y ver. Vuélvemelo a decir: que todo el dinero de D. Carlos puede ser mío, ¿cuándo? Cuando querer ti. Lo creeré, si me explicas cómo ha de ser ese milagro. sabier cómo... Dicir ti secreto.