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Preguntó la duquesa al duque si sería bien ir a recebirla, pues era condesa y persona principal. -Por lo que tiene de condesa -respondió Sancho, antes que el duque respondiese-, bien estoy en que vuestras grandezas salgan a recebirla; pero por lo de dueña, soy de parecer que no se muevan un paso. ¿Quién te mete a ti en esto, Sancho? -dijo don Quijote.

El pueblo cree que está viendo representar el sainete de Castillo <i>La casa de vecindad</i>, y quiere tomar parte en la función. ¿No es verdad, Araceli? señora. Ese nuevo actor que se mete donde no le llaman, dará disgustos a las Cortes. El pueblo quiere que juren dijo Flora. Y querrá también que se les ponga una soga al cuello y se les cuelgue de las bambalinas.

Porque con un poco de juicio, nada más que con un poco de juicio, no se pueden hacer las tonterías que ella ha hecho... En fin, hijo, usted dirá que quién me mete a a leñador, pero ¿qué quiere usted?, a los viejecillos nos gusta arreglar a los jóvenes y marcarles el paso de esta vida para que eviten los tropezones que hemos dado nosotros».

procura enterarte... Paréceme que despliegan ustedes un celo extremado y contraproducente. El celo mío, queridísimo Leonardo, es lo que debe ser. Yo, como amigo de la familia, creí... Cuesta se mete demasiado en lo que no le importa. Es que... como amigo nuestro muy antiguo y leal... CUESTA. Yo también lo soy. Ya está aquí el Marqués. Los mismos; EL MARQU

Ya ves, pues, que hasta tenemos ópera en «Los Carpinchos». Y es un canto apasionado, ¡oh! apasionadísimo... Algunas veces se le mete en la cabeza a Ricardo que yo estoy triste. «Te aburres, Rosalía; lo veo, lo noto: sufres la nostalgia de Buenos Aires. ¿Quieres que nos vayamos por unos días?» «No me aburro le digo; no hay tal nostalgia; me hallo muy contenta.

¿No me haces ningún encargo? me preguntó entre llorosa y risueña. , tía. La ropa limpia. Con ella el traje nuevo. ¿Y nada más? Nada más. ¡Ah! Si escribe Angelina mándeme usted las cartas. Las mete usted en otra cubierta. A mi buen Andrés muchas cosas. Y adiós, tía, que no hay tiempo que perder.... ¡Vaya, un abrazo, señora mía! ¡Otro a usted, señora Juana! Cuide usted de mis pájaros y mis flores.

Como que acabo de llegar de haber dado escolta de honor á don Baltasar de Zúñiga, que va de embajador á Inglaterra. ¡Pero si don Baltasar no se mete en nada! ¿Cómo que no se mete y estaba metido de hoz y de coz en el cuarto del príncipe?

Pero ella le pide algo con deliciosa timidez; él hace un gesto de contrariedad y parece protestar, pero ella insiste amablemente; él se resigna, no sin mal humor, da al cochero una breve orden y se mete a su vez en el coche, que describe una parábola y va a pararse delante del Correo.

GALLINA AL HORNO. Preparada la gallina y arreglada con su correspondiente sal y pimienta, se mete en el horno, cubriendo la pechuga con un papel blanco, untado de manteca de cerdo. Puesta en la tartera se le rocía a menudo con una cucharada de su misma grasa. Cuando está casi hecha se le agrega un poco de caldo.

Aprovechando un instante en que el mayordomo sale de casa para dar otra vuelta por la cuadra, examina las alforjas, que ya tenía preparadas, mete la mano en ellas y tropieza con algunas libras de chocolate, dos botellas de vino de Jerez y un tarro de cabello de ángel, lo más exquisito que ella misma había fabricado aquel año. Su alarma crece.