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Mi tío se honraba todos los años dándole de comer y de almorzar el día de San Juan, y sus hijas le planchaban y rizaban la soprepelliz que se vestía para predicar. Pusiéronse encendidas como dos pimientos mis primitas al tener que contestar á mi saludo; tendióme una gruesa, morena y áspera mano el exclaustrado, abrazando en seguida á mi tío; y todos, en grata compañía, nos sentamos á la mesa.

Entramos en el comedor que todos conocemos: un gran salón al cual le falta mucho para estar bien puesto. Aquella noche, Canale, como de costumbre, había formado la gran mesa en herradura con mesas centrales, y sobre ella, había levantado los mismos catafalcos de cartón y pastas de azúcar de todos los años.

Hablose en la mesa del tiempo, del gran calor que se había metido, impropio de la estación, porque todavía no había entrado Julio, aunque faltaban pocos días; de los trenes de ida y vuelta, y de la mucha gente que salía para las provincias del Norte. Con cierta timidez, se aventuró Fortunata a decir que su marido debía dejarse de píldoras, y decidirse a ir a San Sebastián a tomar baños de mar.

Ya está Salomón en el vestíbulo dijo el squire , y me parece que toca mi aire favorito: «El pequeño labrador de cabellos rubios». Nos quiere insinuar que no nos damos bastante prisa para oírlo tocar. Bob agregó dirigiéndose a su tercer hijo, mozo de largas piernas que estaba en el otro extremo de la mesa , abrid la puerta y decidle a Salomón que entre. Que nos toque aquí una pieza.

Y cogiendo del brazo á Basilio que le escuchaba sin comprenderle en todo, le condujo al laboratorio donde encerraba sus productos químicos. Sobre una mesa se encontraba una gran caja de chagrin oscuro, parecida á las que contienen las vajillas de plata que se regalan entre los ricos y los soberanos. Simoun la abrió y descubrió, sobre fondo de raso rojo, una lámpara de forma muy original.

Aquel trastorno moral y mental de Bringas fue de la manera siguiente: Una mañana bajó a la oficina tan tranquilo como de costumbre, y todavía no había puesto los codos sobre la mesa, cuando uno de sus compañeros, el Sr. de Vargas, se llegó a él y le dijo al oído: «Se ha sublevado la Marina». Pareciole a Bringas tan absurda la noticia, que se echó a reír.

Y se entró al gabinete inmediato, mientras Leocadia quedó sola mirándose y remirándose en un espejo pequeño y malo, de esos que hacen visajes. Las facciones de Leocadia conservaban algo de candor infantil; pero la mirada ya tenía chispazos de malicia. Para ver mejor quitó la pantalla, que recogía la luz reflejándola sobre la mesa, y entonces la claridad se repartió por igual en todo el cuarto.

Todos la quieren mucho a la señorita, que es hoy nuestra joven ama. Es muy buena con todos los sirvientes. Luego, como yo permaneciera silencioso, colocó preparada sobre la mesa mi luz, me hizo un saludo y diome las buenas noches.

Aquel cumplimiento expresivo dirigido por el squire a Nancy, fue considerado por todos, menos por Godfrey, como un acto de diplomacia; y el padre de aquella joven se irguió un poco más, mirándola a través de la mesa con seria satisfacción.

D. Bernardo dejó a su sobrino arrimado a la mesa de escribir y comenzó a pasear silenciosamente y con las manos atrás; sopló con fuerza tres o cuatro veces, desgarró otras tantas, y dijo al fin parándose un instante: Miguel, tienes uso de razón, ¿no es cierto? Miguel le miró, abriendo mucho los ojos, sin contestar.