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Tres años antes, en la mañana del Viernes Santo, cuando ya se retiraba la Macarena a su iglesia luego de vagar toda la noche por las calles de Sevilla, este pecador, que era un buen muchacho y andaba desde el día antes de juerga con los amigos, había hecho detener el «paso» ante una taberna de la plaza del Mercado.

El criado le miró estúpidamente, sin contestar. ¿Cómo la había de conocer, él, que había pasado la vida detrás del ganado, y sólo iba a Lancia algún día de mercado a comprar o vender una vaca? El conde se hizo cargo de esto y preguntó enseguida: ¿Es bajita? No es muy alta, no, señor. ¿Ojos muy negros y vivos? ¿color bajo? ¿el andar muy suelto y elegante?

Dudaba, permanecía quieto, como el que desea retrasar el momento de una resolución importante, y al fin se decidió á bajar al mercado. El cauce del Turia estaba, como siempre, casi seco.

Una gran barca vieja y deteriorada, que servía para trasportar a los paisanos de una orilla a otra en los días de mercado, yacía amarrada por una cadena a la orilla, debajo de unos juncales que la sombreaban. ¡Ay, qué lástima! exclamó la joven devota cogiendo entre sus manos la cadena. ¡Tiene candado! Me alegro. Eso evita que usted hiciera una locura. Pues yo no renuncio a flotar un poco.

La ciudad cuenta ya con un hermoso mercado de estilo moderno, es decir de cimientos y zócalos de piedra y paredes y naves de hierro y cristal. Están acabando también la Bolsa, palacio espléndido, de mucho gusto y que será un verdadero monumento para las artes y la especulacion.

Febrer acogió sonriendo estas palabras del muchacho. ¿Adonde había ido a refugiarse la poesía?... Luego le preguntó si trabajaba, y el atlot contestó negativamente. No querían sus padres: un médico de la ciudad le había visto un día de mercado, aconsejando a su familia que le evitase toda fatiga.

Cuando, doblando la esquina, entraron los tres en la plaza del Mercado, doña Manuela se detuvo como desorientada. ¡Gran Dios...! ¡cuánta gente! Valencia entera estaba allí. Todos los años ocurría lo mismo en el día de Nochebuena.

El mercado de Bogotá, por donde paso en este momento y del que diré algunas palabras para no ocuparme más de él, es seguramente único en el mundo, por la variedad de los productos que allí se encuentran todo el año.

¡Ella! exclamó la señora de Campistrón al mismo tiempo que su marido; no me hable usted. ¡La violencia misma! ¡Una pólvora! ¡Y qué ligera de manos! ¡Mujer!... interrumpió el tenor. ¡Déjame! Todo el mundo la conoce... ¡Pues y el lenguaje! Ni las verduleras del mercado cuando disputan... Es verdad que no ha sido educada por ninguna duquesa.

Se lleva usted la joya del mercado. Hoy es buen día para usted, señó Bautista: se ha santiguao con la mano derecha, y la Virgen ha salió á verle.