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Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba a menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano. Observé, no obstante, que se había amortiguado un poco la viva expresión de su fisonomía y que iba perdiendo aquella graciosa volubilidad del principio.

En cambio requería a menudo la luenga espada que pendía del talabarte, autorizando así la minúscula persona, que no semejaba más que cusibel allegado a senda pértiga.

Como se quedó huérfano siendo un muchacho, y llegó a ser mozo independiente y libre con un caudalazo atroz, se aconsejaba muy a menudo de mi principal para la colocación de sobrantes y otros asuntos por este orden. Andaba yo muy cerca de ellos en esos casos; y como los dos me estimaban en más de lo que yo valía, obligábanme de vez en cuando a meter mi cuchara en la conversación.

»DON LUIS. Bueno fuera que se me quedara en el tintero tan donosa circunstancia. Pondre particular cuidado en sacarle á menudo a motejarse su cōtēdor. Preciarase el viejo de muy hidalgo, por cuyo respeto, y por su mala catadura tēdra el gracioso larga materia para los apodos; honrandole el escudero tābien con los títulos de almohazador, de covarde y vinolento. Yo espero guisar todo esto de manera que cause mucha delectacion y regozijo. En quanto al hablar, gentil modo de meternos en pretina numero tan corto; si las demādas ó respuestas passaran entre mas de quatro, ó cinco; si los versos han de ser en quintillas, ó no. Ciento hare que hablen si fuere menester, que al passo que subiere de punto la trapala, crecera en los oyentes la cantidad de la risa. Cinco, o seis romances por ningū caso los dexarè de poner: pues porque no cinquenta tercetos? Los sonetos no seran mas que siete, colocados a trechos. En alguna descripciō no es forçoso q

Te confieso que para querer á los hombres tengo que acordarme á menudo de que son prójimos y quererlos por amor de Dios. Á las mujeres, por el contrario, las quiero, no ya sin esfuerzo, sino por inclinación decidida. Sois dulces, benignas, compasivas y muchísimo más religiosas que los hombres.

Por de pronto, es manirrota para el dinero, y mayores son las ansias que siente de gastarlo, cuanto más negras las dificultades que la pinta Simón, el sempiterno mayordomo de la casa. Al principio andaba por ella Pepe Guzmán anticipándose delicadamente a las grandes crisis; pero llegó a parecerle un tantico pesada la delicadeza, y se dedicó a viajar más a menudo y más largamente que antes.

Mientras no salió de manos de vagabundos mimos y de frívolos clérigos, que los imitaron, no abandonó su carácter licencioso, ni dejó de contribuir á la profanación de fin tan santo, por cuya razón obligó á menudo á la Iglesia á dirigir contra él sus censuras.

Salía el coche para Cebre tan de madrugada, que no se veía casi; hacía un frío cruel, y Nucha, acurrucada en el rincón del incómodo vehículo, se llevaba a menudo el pañuelo a los ojos, por lo cual su marido la interpeló con poca blandura: ¿Parece que vienes de mala gana conmigo?

Ese hombre os alega que ha trabajado cuarenta años en el interior de una mina, sin ser herido en un solo accidente, como el motivo por el que no debe temer ningún peligro, bien que el techo de la mina comience a ceder; y se observa a menudo que cuanto más vive un hombre, más difícil le es conservar una firme creencia en la idea de su muerte.

Pero lo que principalmente me trae descompuesto ahora es un pícaro mal de estómago... debilidad, dicen que es debilidad... Tengo que comer muy a menudo y muy poca cantidad... esta es la cosa... Es efecto del excesivo trabajo... ¡qué le vamos a hacer! Al llegar esta hora se me pone aquí un perrito... lo mismo que un perrito que me estuviera mordiendo.