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Y no crean que es mentira lo que cuento; doscientos mil provenzales lo han visto.

Habían inventado esta mentira para humillarla... Mas... ¿cómo se les había ocurrido semejante cuento?... ¿Por qué había recaído sobre ella y no sobre alguna otra? Sacó el odre del agua y se puso á zarandearlo. El ruido de la leche dentro hizo coro al glu glu de la fuente.

Por esto pienso si será mentira lo que cuentan del extranjero. ¡Calumnias de ciertos pollos que quieren entrar por uvas y las encuentran verdes! Y riendo de los arrestos de esta mujer, que en ciertos momentos era brava y acometedora como un hombre, repetía las murmuraciones que habían circulado en ciertos clubs de la calle de las Sierpes.

¿Pues no sabéis de lo que os acusan? No. De homicidio premeditado y con ventaja, intentado contra don Rodrigo Calderón. Mentira: como hidalgo y frente á frente, reñí con él por un grave asunto, y sirviendo á la reina: vos lo sabéis.

Verse obligadas á decirme tan enorme mentira para poder comer...» De pronto, una de estas mujeres llamó su atención. Era semejante á las otras, y, lo mismo que ellas, le miraba atrevidamente, con ojos provocadores. ¡Pero estos ojos!... ¿Dónde había visto él estos ojos? Iba vestida con una elegancia miserable.

161 SIN Príncipes me han perseguido sin causa; mas mi corazón tuvo miedo de tus palabras. 162 Me gozo sobre tu dicho, como el que halla muchos despojos. 163 La mentira aborrezco y abomino; tu ley amo. 164 Siete veces al día te alabo sobre los juicios de tu justicia. 166 Tu salud he esperado, oh SE

Turbias imágenes, crueles ideáis le obscurecían la mirada y le hacían apretar los puños; palabras de desesperación salían de sus labios: ¡Nada existe en el mundo!... ¡Todo es mentira!... ¡El mal, eso es todo lo que existe!...

«Me parece mentira dijo él , que te tengo aquí, cogida otra vez con lazo, fierecita mía, y que puedo pedirte perdón por todo el mal que te he hecho...». Quita allá... ¡perdón! exclamó la joven anegándose en su propia generosidad . Si me quieres, ¿qué importa lo pasado?

¡Ahora salimos con esas! dijo el albañil, escandalizado . ¿También eres de los que piden tales horrores? Paece mentira... con los libros que llevas leídos. ¿Y el orden, muchacho? Sin orden no se pue vivir. Me acuerdo que esto lo explicaba muy bien un teniente viejo que teníamos en la Guardia civil.

Y yo, Alcaparrón amigo, cuando siento ganas de llorar recordando la nada de aquél montón de tierra, la triste insignificancia de las florecillas que lo rodean, pienso en que no está allí mamá completamente, que algo se ha escapado, que circula al través de la vida, que me tropieza atraído por una simpatía misteriosa, y me acompaña envolviéndome en una caricia tan suave como un beso... «Mentira», me grita una voz en el pensamiento.