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Se me antoja que todos conocen la burla de que soy víctima, mi paciencia, mi amor mal pagado, y que van a reír al verme o van a escupirme a la cara. »Anoche llegó mi ridiculez a último extremo. »Ya no cabe la menor duda. Yo andaba en torno de mi casa, y cerca de las cuatro de la mañana vi que salía un hombre... misteriosamente... de allí. Tengo ojos de lince... le vi... era él.

Habiendo reconocido que toda la costa, hácia el cabo de las Vírgenes, es tierra baja que corre al sur-sud-oeste; y juzgando por otra parte, que no era conforme á las reales órdenes de Su Magestad navegar aquellas como catorce leguas que faltaban al estrecho de Magallanes; así porque los derroteros de antiguos y modernos no señalan puerto, ni rio alguno en aquel espacio, como porque en la boca del Estrecho tampoco le habia, sino muchos peligros, se levaron á las cinco de la tarde en demanda del rio de Santa Cruz, que discurrieron estaria en menor altura de la que le ponen las cartas de marear, y esperaban hallar en él buen puerto.

En condiciones tales hacían una vida soportable, casi feliz podría decirse, sólo turbada por aquella cólera fatal, que se encendía y arrojaba llamas por el menor motivo, y que daba a la pacífica mujer muchas horas de pesar. Pero jamás vertió ella tantas lágrimas como el día que la desgracia se cernió sobre sus hijos. Habían nacido de esa unión tres vástagos, tres varones lindos y robustos.

Jacinto repuso mansamente: Coca Itualde, la hermana menor de la familia, la más deliciosa criatura del Tandil... ¡Es inútil que usted lo niegue!... ¡Si todo el Tandil lo sabe!

El fuego pasó adelante sin hacer el menor daño en la casa donde se habían recogido, y ellos lo tuvieron induvitablemente por milagro, porque la dicha casa estaba en el centro del lugar y todas las otras se redujeron á ceniza. Ni paró aquí el prodigio, porque acercándose el fuego á la segunda Ranchería puso á sus moradores en gran espanto; mas los cristianos echaron luego mano del remedio.

Encima de esta vela iba la gavia, de forma trapezoidal con caída central igual á la anchura de su gratil, que era la de la manga del barco y pujamen algo menor que el gratil de la mayor. En el trinquete iba una vela cuadra equivalente en superficie á la cuarta parte de la mayor con bonetas; la verga medía 1-1/2 veces la manga.

Deseoso de encontrar una materia que no tuviera este inconveniente se dedicó al estudio del hombre, pero bien pronto conoció por experiencia, que los que se ocupaban de estudiar el hombre eran todavia en menor número que los aficionados á las matemáticas.

Confieso, amigo Ojeda dijo Maltrana , que siento la emoción del que ve ante la boca negra de una caverna y se pregunta: «¿Qué habrá dentro?...». Aquí, la caverna es azul y luminosa, pero la inquietud no por esto resulta menor... ¿Qué voy a encontrar más allá de esta isla? ¿Cuándo volveremos por aquí?

¡Ya! Tal era el suspiro ahogado que oprimía el pecho de los dos jinetes que volvían lentamente a la cacería en las primeras sombras del crepúsculo, que no es ya el día y no es todavía la noche, en que el sol se apaga y las estrellas no se encienden todavía, en que pasa un escalofrío helado por los seres y las cosas como el adiós de lo que se va para no volver; en la vaga melancolía de esa estación indecisa que no es ya el verano y no es todavía el invierno; en la que, por una suprema coquetería, el aire se hace más tibio y los últimos rayos del sol más acariciadores; en que la tierra pone sobre su desnudez una alfombra de tonos bermejos como una inmensa piel de león; en las últimas hojas de oro pálido o de cobre rojo parecen desprenderse de las ramas como alas de gigantes mariposas; en que los árboles tienen perfumes más acres; en que la menor florecilla toma aspecto de reina desterrada, en que el viento que sopla entre las ramas parece el último murmullo de los nidos.

Montenegro los veía pasar en fila, camino de la cárcel, entre las bayonetas y las grupas de los caballos, unos abatidos, como si les sorprendiese la aparición hostil de la fuerza armada «que había de unirse a ellos»: otros, asombrados, no comprendiendo cómo las cuerdas de presos despertaban tal alegría en la calle Larga, cuando habían desfilado por ella horas antes como triunfadores, sin permitirse el menor atropello.