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Después le parecía que menguaban, que disminuían hasta ser tamañitas: Paz como una nuez, Salomé como un piñón, Paula como una lenteja.

En torno de ella percibíanse grandes jirones de espuma que crecían y menguaban alternativamente ciñéndola de un blanco cinturón de encaje. El viento soplaba recio, pero franco y benigno, porque tenía espacio donde extenderse. Las tres falúas con las velas desplegadas cortaban el agua una en pos de otra como otras tantas gaviotas que se persiguieran.

Así consta de muchos historiadores. Luego que los Reyes ganaron esta ciudad en 2 de Enero de 1492, se vieron en el caso de pagar lo que habian ofrecido á los judíos sus acreedores; pero lo exhausto del erario les estorbaba desempeñar sus palabras, porque eran grandisimas las cantidades de dinero que habian consumido en una guerra tan larga i de curso tan vario i tan estraño, i las rentas menguaban de dia en dia; i andando en este apuro discurrió Fernando V el medio mejor de acabar con la deuda, que fué dar una cédula en 31 de Marzo de 1492 para que los judíos todos que habitaban por las aljamas de sus reinos se cristianasen en el término de cuatro meses, ó que saliesen espulsos del reino.

La autoridad y prestigio del dictador menguaban de dia en dia, haciéndose mas frecuentes las decepciones de sus subordinados; por lo que, para vigorizar su poder, se rodeó en Maracay de algunas personas notables pertenecientes á los altos cargos del poder ejecutivo, del Congreso y del gobierno peculiar de Carácas, y de todas formó una especie de Consejo Consultor que le auxiliaba en los casos graves y circunstancias apremiantes ó difíciles.

Los días menguaban, entristeciendo el ánimo de los que ya, por otros motivos, estaban tristes. A las seis y media la casa estaba a oscuras, y doña Lupe retardaba el encender luces todo lo posible. Fortunata, en el cuarto de su marido, y casi a tientas, llegó al sofá donde él estaba echado, y le preguntó si tenía ganas de comer, sin obtener respuesta.

Es indudable que con el establecimiento del Tribunal Santo comenzó á ser derribado nuevamente el comercio, i aunque por su ruina se menguaban las rentas de la corona por una parte, por otra se triplicaban con los bienes confiscados á tanto número de personas acaudaladas. Solamente los de Diego Suson llegaban á la cantidad de diez cuentos que serian de maravedí.

Cuando el Almirante vido que se huían y que era su gente, y las aguas menguaban y estaba ya la «nao» la mar de través, no viendo otro remedio, mandó cortar el mastel y alijar de la «nao» todo cuanto pudieron para ver si podían sacarla, y como todavía las aguas menguasen no se pudo remediar, y tomó lado hacia la mar traviesa, puesto que la mar era poco ó nada, y entonces se abrieron los conventos y no la «nao». El Almirante fué á la carabela para poner en cobro la gente de la nao en la carabela, y como ventase ya ventecillo de la tierra, y también aun quedaba mucho de la noche, ni supiesen cuanto duraban los bancos, temporejó á la corda hasta que fué de día, y luego fué á la nao por de dentro de la restringa del banco