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Deste modo salieron y se retiraron todas las dos figuras de las dos escuadras, y cada uno hizo sus mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos ridículos, y sólo tomó de memoria don Quijote -que la tenía grande- los ya referidos; y luego se mezclaron todos, haciendo y deshaciendo lazos con gentil donaire y desenvoltura; y cuando pasaba el Amor por delante del castillo, disparaba por alto sus flechas, pero el Interés quebraba en él alcancías doradas.

El romanticismo es la adolescencia del arte; la malicia, esa diosa madura que observa el mundo con una mueca perpetua, se ríe de los poetas gemebundos y enamorados; pero la juventud sueña y delira, y creo que no hay hombre, por áspero y frío que sea su carácter, que no tenga en la memoria, así como un lejano paisaje, la escena en que han despertado sus primeros sentimientos.

Hola, hola exclamó el dominico, volviéndose hacia el barril en cuyo fondo rebullía y graznaba la urraca . Ya me ha referido Angustias.... De suerte que, ¿los versos de Selgas y los discursos de Pidal que te has llevado era para enseñárselos de memoria a esta parlera avecilla? ¿Y qué? ¿Va aprediendo algo?

Unicamente algunos abetos destacan aquí y allá, entre la nieve de las montañas, sus obeliscos oscuros, como otros tantos monumentos dedicados a la memoria de los muertos... Y de cuando en cuando podéis ver, en la lejanía, algunos viajeros que cruzan precipitadamente la llanura, o peregrinos que oran sobre una tumba. 17 de octubre.

Ella le había visto matar varias veces, y se acordaba con exactitud de los principales incidentes. Gallardo sintió orgullo al pensar que aquella mujer le había contemplado en tales instantes y aún guardaba fresco el recuerdo en su memoria. Había abierto una caja de laca con extrañas flores, y ofreció a los dos hombres cigarrillos de boquilla de oro, que exhalaban un perfume punzante y extraño.

Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar a imitaros. Mas ya que lo más que él hizo fue rezar y encomendarse a Dios; pero, ¿qué haré de rosario, que no le tengo?

Era un empleado, un padre de familia; pero ¿dónde estaban sus actos? ¿Qué había hecho? Buscó en los repliegues de su memoria, recorrió mentalmente los años pasados, como se recorre con los dedos el teclado de un piano, y los halló vacíos, desprovistos de sentido. «¡Vamos, señorita! balbuceó con la cabeza baja y gesticulando . Es idiota creer que soy un espía. ¿Yo espía? ¡Qué insensatez!

El señorito paseó su mirada de triunfador sobre las aterradas jóvenes, no acostumbradas a tales escenas. ¿Eh?... ¡Allí tenían a un hombre! Las Moñotieso y su padre, que por acompañar a todas partes a don Luis como pupilos de su generosidod «se lo sabían de memoria», se apresuraron a dar por terminada la escena, moviendo gran estrépito. ¡Olé los hombres de verdá! ¡Más vino! ¡Más vino!

De pronto, su atención se concentraba para recordar. Algo le había ocurrido; algo le esperaba. «¡Ah, !» Y después de reconstruir en su memoria lo de aquella tarde é imaginarse lo del día siguiente, volvía á su lectura sin sentido. Las páginas fueron desvaneciéndose como pedazos de niebla; sintió su mano más ligera: el libro acababa de caer sobre la cama.

La memoria de Silas no estaba tan dormida, que no fuera capaz de despertar al oír aquellas palabras. Bajo la influencia de un movimiento de arrepentimiento, tan nuevo y extraño para él como lo hubiera sido cualquiera otra cosa en la hora en que acababa de transcurrir, se alzó de su silla y se acercó a Jacobo para ver claramente la expresión de su fisonomía.