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El buen pueblo madrileño, a cuyos oídos no habían llegado aún, o de cuya memoria se habían borrado las encontradas voces de tiranía y libertad, hacía entonces la vista gorda sobre el gobierno.

Me parece que aún estoy viendo a aquella respetable cuanto iracunda señora con su gran papalina, su saya de organdí, sus rizos blancos y su lunar peludo a un lado de la barba. Cito estos cuatro detalles heterogéneos, porque sin ellos no puede representársela mi memoria.

Como quiera que sea, digo, que por suerte ó por cualquiera otra cosa que fuese, yo no me hallé en él, ni pasó más ni menos de lo que he dicho. Y tornó á decir que si por D. Alvaro no hubiesen pasado los trabajos que han pasado, que me maravillaría mucho de que no se le acordase cómo pasó este negocio, pues lo supo de muchos y de , y solía tener buena memoria.

¡Sublime y noble juramento que cumplieron! fundando la independencia de esa magnífica Suiza, que plegue á Dios conservar siempre libre. Los primeros que prestaron ese magnífico juramento tan elocuente, tan moral, tan patriótico, fueron los insignes patricios Walter, Furst, Stauffacher, Melchthal, Werner, nombres augustos que la Suiza reconocida guarda y guardará eternamente en su memoria.

-Con todo eso, te hago saber, hermano Panza -replicó don Quijote-, que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma. -Pues, ¿qué mayor desdicha puede ser -replicó Panza- de aquella que aguarda al tiempo que la consuma y a la muerte que la acabe?

Volvió á acordarse Robledo de la expresión de lejanía que había observado en todos los que tienen un pagaré de vencimiento próximo. Pero este recuerdo pasó rápidamente por su memoria. Miró con más atención al banquero, y se dió cuenta de que ya no pensaba en cosas invisibles.

Conocía bien la plaza; había pasado en ella una parte de su juventud, y cuando de tarde en tarde iba al Mercado por ser víspera de festividad en que se encendían todos los hornillos de su cocina, experimentaba la impresión del que tras un largo viaje por países extraños vuelve a su verdadera patria. ¡Cómo estaba grabado en su memoria el aspecto de la plaza!

¿Ha venido aquí? preguntó Roussel con violenta angustia; ¿la has hecho entrar en mi casa? No; no ha venido; he hecho este retrato de memoria.... ¡De memoria! repitió Fortunato moviendo la cabeza. ¿Cuántas veces la has visto entonces? Dos veces. ¿Dónde?

En la Medicina son infinitos los libros de erudicion desaliñada, y solo á propósito para cargar la memoria. No hay Autor que haya recogido mas noticias, ni cite con mayor freqüencia que ETMULLERO; pero es Escritor de pequeño juicio, porque entre tanta barahunda de noticias, opiniones, y Autores, de ordinario sigue lo peor.

No es funesto don la luz de mi inteligencia, ya que alumbra su imagen; no es funesto don mi memoria inmortal, ya que su recuerdo vive en ella. Abomino del reposo, de la extinción que él busca y desea, y prefiero un tormento sin fin, con tal de que viva en el rastro del amor que me tuvo.