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Para no llevar la lista de todas las personas a quien tenían que ver y estar consultando a cada paso lo que podía comprometerles, Bautista, que tenía magnífica memoria, se la aprendió de corrido; cosieron las letras entre el cuero de las polainas y por la noche se embarcaron. Entraron en el vaporcito de la Fleche en Socoa y se echaron al mar.

Y con gran calma iba repartiendo las manos de periódicos, exigiendo a cada uno el producto de la venta del día antes, llevando de memoria las intrincadas partidas de su contabilidad, apreciando al tanteo la exactitud de las cantidades en calderilla, sonando las pesetas contra el asfalto con tal ímpetu, que volvían de un rebote a sus manos como si fuesen pelotas.

Le acompañó hasta su buque el recuerdo de este hombre como una obsesión, sin lograr que su memoria diese una respuesta á sus preguntas. Luego, al verse en la cámara de popa con Tòni y el tercer oficial, volvió á olvidarlo. En los días sucesivos, al bajar á tierra, su memoria experimentaba invariablemente el mismo fenómeno.

Pero, en realidad, el verdadero origen radica, como hemos dicho, en que un secreto abarca una zona excesiva de nuestra memoria y de nuestro espíritu, acabando por sernos insoportable su peso. La comunicación, aunque sea a una sola persona, con las «reservas» del caso, nos liberta de esa especie de tiranía que el secreto ejerce en nuestra conciencia.

Entre tanto, murió David, subió Salomón al trono, y Abisag quedó en palacio como una de las reinas viudas, aunque en realidad no se podía decir que hubiese sido esposa del Santo Rey. Sabido es, no obstante, que Salomón quería que la tuviesen por tal y que asimismo viviese ella consagrada sólo a la memoria de David, cuyo último suspiro había recogido.

Todo lo escuchó Sancho, y lo tomó muy bien en la memoria, y les agradeció mucho la intención que tenían de aconsejar a su señor fuese emperador y no arzobispo, porque él tenía para que, para hacer mercedes a sus escuderos, más podían los emperadores que los arzobispos andantes.

Estaba completamente sordo, teniendo que auxiliarse de una trompetilla para recoger algunos sonidos; su inteligencia sufría eclipses, y la memoria se le perdía en ocasiones casi por completo, quedándose en la tristeza del instante presente, sin ayer, sin historia, como si cayera de una nube en mitad de la vida, a la manera de un bólido. Sus distracciones eran ya puramente pueriles.

Al fin llego a las piezas que me han sido retenidas en el Jockey Club y tomo posesión de aquella sala desnuda, a la que me ligan hoy tantos recuerdos y que no entreveo en mi memoria sin una emoción de cariño y gratitud por los que me hicieron tan grata la vida en el suelo colombiano.

Y en medio á sus fusiles Y bayonetas viles Su caballo dejó. En el parte de la batalla de don Cristóbal se leen las siguientes palabras: «El valiente coronel don Zacarías Álvarez dejó su caballo muerto sobre las bayonetas enemigasCito de memoria. Cascadas del Niágara y Tequendama.

Preséntase la Razón para despertar á la Memoria, y las dos juntas gritan al Alma que vuelva; pero no se oyen sus voces con el ruido de los marineros, ocupados en levar el áncora.