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Los enfermos de veras dirigíanse á Sicilia, Argel, Madera y las Canarias; empero la regeneración de los débiles, de los fatigados, de los descoloridos habitantes urbanos, se efectuará tal vez mejor en los climas más desiguales.

En tu vida encontrarás, Juan, una mujer mejor que ésta, ni de sentimientos más elevados. Tanto, que un día que me llevaba en un carruaje abierto, lleno de juguetes para una chiquita enferma, y al dárselos para hacerla reír y divertirla, le hablaba con tanta gracia, que yo pensaba en ti y me decía, ahora lo recuerdo: «¡Ah, si fuera pobre!» ¡, si fuera pobre, mas no lo es!

Esas dos cifras admirables, en un pueblo de ménos de tres millones de ciudadanos, bastan para colocarla en un alto y envidiable puesto: esos datos relevan de todo comentario, hablan por solos mejor que todas las frases.

No sabré decir más sino que una mañana, al visitar don Antonio su jardincillo, se encontró con la viajera, y al pie de ella un talego de a mil duros con un billete sin firma, en que se le pedía cristianamente un perdón que él acordó, con tanta mejor voluntad cuanto que le caían de las nubes muy relucientes monedas.

Nosotros manifestó Isidora ahogada por la pena y el despecho no somos dignos... Vete, vete pronto. Te esperan. Ya han sacado la sopa de almendras. ¡Ay, chiquilla! ¡Cuánto más me gustan tus bellotas!... Pero no llores. De buena gana te acompañaría... Pero es tan tiránica la sociedad... Vete, vete... Mi hermano y yo cenamos solos. Ya ves... Estamos tan contentos... Mejor es así.

Pero aun así, ¡qué angustias no la hacían sufrir aquellos extranjeros rubios y antipáticos que tenían la audacia de leer la Biblia a su modo y en su lengua, sin creer en Su Santidad, ni ir a misa!... Montenegro conocía uno de los últimos disgustos de la piadosa señora, que le habían relatado los criados de la casa. Los Dupont tenían un viajante sueco, el mejor agente de su negocio.

Pero ¿ha visto usted me decía qué joyas tan bellas producen esos gringos? La joya bella era el automóvil recién llegado: una máquina esbelta, ligera, incansable, como un corcel de ensueño. No quiero decir la marca. Creerían ustedes que estoy pagado por la casa constructora. Baste decir que era un gran automóvil, el mejor de los Estados Unidos, y no añado más. Yo lo admiraba tanto como mi general.

Así Lully acaba por quedarse sin ideal alguno, sino muy tristemente desengañada. De todo lo cual bien pudiera deducirse la más cristiana y ascética de las moralejas: que no debemos poner en esta vida, sino en otra mejor, el blanco de nuestras aspiraciones y deseos.

Dijo esto con vehemencia, como si viera á Ferragut corriendo hacia un peligro y le gritase para apartarlo de él. En el teatro continuó hay un papel que llaman de «mujer fatal», y ciertas artistas no pueden desempeñar otro. Han nacido para fingir este personaje... Yo soy una «mujer fatal», pero en la realidad. ¡Si usted conociese mi vida!... Es mejor que no la conozca: yo misma quiero ignorarla.

Creemos que no; pero, aunque el Gobernador la supiera, no podría acudir á ustedes hasta las dos de la tarde. Hoy es el cumpleaños de la reina D.ª Isabel II, y, con tal motivo, hay besamanos en el Gobierno civil; ó, mejor dicho, el Gobernador recibe corte. Si quieren ustedes, nosotros, cuando vayamos á la recepción, le diremos que están aquí. ¡De manera alguna!