United States or Palau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tal era el joven ministro hacia quien el Reverendo Sr. Wilson y el Gobernador habían llamado la atención del público, al pedirle que hablase, en presencia de todos, del misterio del alma de una mujer, tan sagrado aún en medio de su caída. Lo difícil y penoso de la posición que así le crearon, hizo agolpársele la sangre á las mejillas y volvió trémulos sus labios.

Inés se desmayó, y no pudiendo traerla aquí, por ser esto muy lejos, Lobo me indujo a llevarla a casa de unas que él llamaba honradísimas señoras, donde permanecería hasta tanto que fuera posible traerla aquí para casarme con ella... ¡Oh, infame legista, miserable enredador, tramposo y falsario! Inés me abofeteó, Gabriel, al verse en aquella casa, y me clavó en las mejillas sus deditos.

Se sienta, o por mejor decir, se deja caer sobre el banco y pasea una mirada extraviada por el público, mientras sus mejillas se tiñen de vivo carmín. En vano se abanica con brío y procura serenarse. Nada: cuantos más esfuerzos hace por alejar la sangre tumultuosa del rostro, más empeño pone la maldita en ocupar aquel lugar visible.

Encogido, doblado, hecho un ovillo, yacía al pie de una de las paredillas del camino, mientras Telva se erguía un poco más arriba, en actitud airada, los ojos centelleantes, las mejillas pálidas, arrojándole sin piedad todos los pedruscos que hallaba a mano. Y la lengua la movía con igual celeridad que las manos.

¿Qué Rosita? ¡Si ya no hay Rosita! Si ya se acabó Rosita; ahora es Sor Teresa, que no tiene rosas ni en el nombre, ni en las mejillas. Don Robustiano se acercó al Magistral; miró a todos los rincones, a todas las puertas, y con la mano delante de la boca, dijo: ¡Aquello es el acabose! El Magistral sintió un escalofrío. ¿Usted cree? , creo en una catástrofe próxima.

El capitán, con las mejillas coloreadas por el arrepentimiento de su acometividad, quería hacer olvidar las palabras anteriores, y comía vorazmente teniendo la cabeza baja. La sobrina rio de su buen apetito. Siempre que comía con ellos les admiraba por la capacidad de su estómago.

Y diciendo esto, sin atender a más razones, se echó como loco sobre ella, y tan de repente, que ella no pudo sustraerse a sus abrazos y a sus besos. Cinco o seis, que en el número no están de acuerdo los historiadores, le plantó en las frescas mejillas, que se pusieron rojas como la grana. Y no contento, le buscó la boca para besársela, y se la halló y se la besó.

Ni sabía bien lo que estaba diciendo, ni D.ª Filomena, con quien platicaba, se enteraba tampoco, atenta a contemplar la faz inteligente del P. Narciso y gozar del brillo de sus humoradas. Al poco rato sintió la garganta seca y calor inusitado en las mejillas.

Mientras acudía a remediar el desperfecto, D. Paco estaba en tierra de rodillas, con los brazos en cruz y la mirada fija en el techo y con voz compungida y entrecortada, mientras gruesos lagrimones lustraban sus mejillas, decía: ¡Señor Omnipotente y Misericordioso: que estas agonías sean en descargo de mis pecados!

El hijo del brigadier notó el estremecimiento de sus manos y vio claramente que una ola de rubor había subido a sus mejillas, por más que hubiera vuelto rápidamente la cabeza hacia la puerta del palco: «Ya eres míapensó con la fatuidad propia de los jóvenes que aspiran a sentar plaza de seductores.