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No quedaba gente en Madrid y escaseaba el trabajo. Dos días sin enganchar el carro. Si esto seguía así, tendría que comerse con patatas a sus reverendos, a no ser que echase mano de sus aves de corral, que era el nombre que daba a la Loca y a sus hijuelos. Fue en Agosto cuando, a las once de la mañana, tuvo que bajar a la estación del Mediodía para cargar unos muebles. ¡Vaya una hora!

Desde aquel dia cada capitular abrió su casa á un número determinado de niños, los que concurriendo allí una hora antes de mediodia, recibian del prebendado y de sus criados una leccion de doctrina cristiana, y despues la comida, que se reducia á un cuarteron de buen pan y una porcelana de acemite: limosna que duró hasta la nueva cosecha.

Los pueblos católicos del mediodía han tenido su símbolo de la ociosidad ascética en el convento y el monasterio; los protestantes los han abolido abiertamente como contrarios al interés social.

Al fin, después de un cuarto de hora casi, porque algunas de las letras estaban bastante borradas, descubrí que el registro cifrado que había estado escribiendo era un extraño documento que contenía lo siguiente: «Entre el Puente del Diablo y la punta donde el Serchio se une al Lima, sobre la orilla izquierda, a cuatrocientos cincuenta y seis pasos desde la base del puente donde el sol brilla sólo una hora el cinco de abril y dos horas el cinco de mayo, a mediodía, descended veinticuatro escalones, detrás de los cuales puede un hombre defenderse de cuatrocientos.

Atribuía la muerte de su ama al vaso de agua azucarada que le había preparado tan pacientemente todas las noches, y pensaba frotándose las manos que todo llega para el que sabe esperar. A mediodía hacía un segundo almuerzo, y para digerir bien, a estilo de propietario, se paseaba una o dos horas alrededor de la finca a la que había echado el ojo.

Al fin, Martín, lleno de lástima por el pobre diablo, lo hace entrar en el cuarto de los criados y dice a Gertrudis, que de tanto reír tiene los ojos llenos de lágrimas, que vaya a buscarle un traje viejo de trabajo. Al mediodía, durante la comida, los jóvenes cuentan a Martín la broma que tan bien les ha salido.

Mirando al Norte, columbraría nuestro mar, nuestro Cantábrico tremebundo; y al Mediodía, la inmensa planicie de Castilla la Vieja. ¡Hermosa cátedra para una lección de Historia Montañesa!... Aunque lejos, se distingue también la roca tajada que permite cerrar con una portilla el puerto de Aliba y el despeñadero en que vino a concluir la oleada mahometana rechazada en Covadonga; al Este, después de Reinosa y de la pantanosa llanura de la Vilga, una montaña bruscamente cortada como por la mano de un titán, dejando aislada una puntiaguda cumbre: aquél es el «Cuerno de Bezana», y a su mismo pie hay otras dos maravillas naturales: la cueva de Sotos-Cueva, cuyo fin nadie ha tocado, porque probablemente acaba en maravilla mayor: un lago subterráneo donde se sumen las aguas de todo aquel valle.

De esperar es, sin embargo, que, conforme á la naturaleza de las cosas, y no obstante sus concordancias, haya entre ellos la diferencia, que se observa entre los pueblos del Septentrión y del Mediodía, sus opuestas instituciones políticas y religiosas, y en algunos otros puntos aislados.

El hombre que no habla con mujeres se suele conocer en que habla mucho de la mujer en general; pero los amigotes de Ozores ni esto hacían; eran pinos solitarios del Norte que no suspiraban por ninguna palmera del Mediodía. Aunque Ana llegaba a la edad en que la niña ya puede gustar como mujer, no llamaba la atención; nadie se había enamorado de ella.

El banderillero había permanecido hasta pasado mediodía con los compañeros de comité «trabajando por la idea». ¡Maldita corrida, que venía a interrumpir sus funciones de buen ciudadano, impidiendo que llevase a las urnas a unos cuantos amigos que se quedaban sin votar si él no iba por ellos!