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Había habido primero, entre la señorita de Porhoet y una gran casa de Castilla, un largo proceso que mi vieja amiga había acabado por perder en última instancia; luego un nuevo proceso, en el que la señorita de Porhoet no figuraba, se había suscitado, á propósito de la misma sucesión, entre los herederos españoles y la corona, que pretendía que los bienes volvían á ella por derecho de fundación del mayorazgo.

Veía una contrariedad monstruosa, algo de lo que llaman ahora una antinomia, entre el bolero y la casaca. Es de advertir que en aquel día D. Fadrique llevaba casaca por primera vez: estrenaba la prenda, si puede calificarse de estreno el aprovechamiento del arreglo ó refundición de un vestido, usado primero por el padre y después por el mayorazgo, á quien se le había quedado estrecho y corto.

Las mujeres se apresuraron a cumplir la orden, ávidas, sobre todo la hermana, de que el moribundo se reconciliase con Dios. Aunque hace ya mucho tiempo que no hemos hablado de asuntos religiosos dijo el padre Gil, sentándose al pie de la cama e inclinando su cabeza hacia el mayorazgo, presumo que sus ideas no habrán cambiado desde la última vez que hemos discutido.

Yo bien, gracias a Dios dijo el Mayorazgo sin hacer un gesto. ¿Usted fuma? le preguntó el candidato sacando la petaca. Algunas veces, si el tabaco es bueno respondió el otro. Pues ahí va uno de la Vuelta de Abajo. Se estima refunfuñó el obsequiado mordiendo la punta. Y ¿qué tal andamos por acá? preguntóle el candidato, deseando arrancar siquiera un gesto de interés a aquel pedazo de bárbaro.

De que el sujeto ése vende vino y tabaco; razón por la que no hay un vecino que no le deba algo; como no le hay del Mayorazgo que no se lo deba a éste por razón de arrendamiento o de préstamos..., o de otra cosa peor. Así se ejercen en los pueblos las grandes influencias, y con ese criterio se hacen siempre las elecciones, como usted irá viendo poco a poco. Pero vamos al caso.

Díjeles que eran muy bonitas, y ellos me dijeron que vendrían a verlas, y que si queríamos dárselas para casarse con ellas, puesto que también serían mayorazgas. Yo les contesté que mayorazgo era el que había nacido primero. Y luego, dirigiéndose a sus hermanitas, les dijo: Os fastidiasteis, chicas, por haber nacido hembras y después que yo.

Continuaba visitando al mayorazgo de vez en cuando, pero huía de toda conversación metafísica. La salud de D. Álvaro empeoraba a ojos vistas desde la llegada y súbita partida de su esposa. Su tristeza, su estado miserable le inspiraban cada día más compasión. El horror que antes sentía hacia él había desaparecido.

¡Si la hace con una limosna el señor mayorazgo!... He llegado a ser tan pobre como vosotros. Si no tuviese abierta la sepultura, tendría que ir en vuestra caravana por los caminos, mendigando el pan. La muerte ya marcó mis horas, y para poder morir en paz, he abandonado a mis hijos todo cuanto tenía. ¿Y adónde va en esta noche? Ya os dije que voy a morir.

¡Cóncholes, qué hombre! exclama por todo saludo al hallarse entre la familia. Pero ¿qué te pasa? dice el tío Jeromo. ¡Qué me ha de pasar? Ese fantasioso de mayorazgo..., ¡siempre con su latín! ¿Y qué cuidao te da á ti? ¿No has estudiao tres años ya? ¿Por qué no le contestas? Porque no soy tan jaque como él.... Y luego él ha estudiado por otro arte.

Con su presa en el morral, salió otra vez al camino que antes llevaba; y echándose la escopeta al hombro, marchó á largos pasos hacia su casa, pues ya había oído tocar á mediodía y no le gustaba hacer esperar á don Silvestre que de fijo, estaría arrimando las sillas á la mesa. Cerca ya de la portalada del mayorazgo, oyó un estrepitoso ruido.