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Sara, la Unica, era muy niña todavía, y en el convento donde se hallaba, la comunidad se apercibía á celebrar la visita del anciano «monseñor» de Sibour, arzobispo de París. Para mayor amenidad y brillo de la fiesta, la hermana Teresa había compuesto una obrita teatral, dividida en tres cuadros, y titulada «Tobías recobrando la vista», que debía ser interpretada por las alumnas mayores.

¡El sargento mayor don Juan de Guzmán! dijo el tío Manolillo . Van por la crujía larga; rodeando yo por la derecha, les gano la delantera; para algo estaban aquí estos bribones; no me había yo engañado; pues bien: veamos qué es esto... pero ¿y Dorotea?... no importa... yo volveré. Y luego se oyeron los rápidos pasos del bufón.

Seis meses después llegó, en efecto, el día en que se justificaron sus tristes presentimientos. Los dos muchachos se habían peleado en el patio, y Martín, el mayor, furioso al ver que Fritz era más fuerte, le tiró una piedra, hiriéndolo tan desgraciadamente en la parte posterior de la cabeza que lo hizo caer ensangrentado y sin habla.

¿Y quién sería más digno que ? No se trata de ver lo que yo pueda valer, sino de considerar lo que ella es, y lo que soy yo; de saber lo que debe ser su vida, y lo que será la mía... Un día Pablo, sabéis que él tiene un modo algo brusco de decir las cosas, pero muchas veces eso da al pensamiento mayor claridad, se trataba de ella... Pablo no se imaginaba nada... sin eso... es bueno y no habría hablado así.

El aspecto de Celestina era tan extraño como el de Refugio, y al mismo tiempo tan semejante al de esta, que no se podría fácilmente decir cuál de las dos era la señora. «Lo probable pensó la Bringas sentándose en el primer sillón que se desocupó , es que ninguna de las dos lo sea». La de Sánchez tenía su hermoso cabello en el mayor desorden. No se había peinado aún.

La inexperiencia, y sobre todo los bríos de la juventud, daban a las muchachas resolución; pero osaron atravesar el campo por un atajo para evitar los recodos de la calle Mayor, y la risa expiró en sus labios y las lágrimas comenzaron a apuntar en los ojos de Carolina. Retrocedieron, y al llegar al camino, estaban abrumadas de fatiga. Volvámonos dijo Carolina.

Y salieron a la calle llevando por delante a los niños, los cuales iban brincando como cervatillos por la acera. ¡Eh chis chis! gritó el boticario llamándolos. ¿En qué calle vivís? En la calle del Tribulete contestó el mayor. ¿Qué número? Los chicos se miraron uno a otro con sorpresa y quedaron silenciosos. ¿No lo sabéis? Está bien. ¿Pero sabréis ir a casa? ¡Ah, señor!

Si hubiese cesado de hablar, ó hubiese empleado aquella inflexion de voz, que indica la terminacion del período, el hubiera surgido como un relámpago. El mismo efecto, que la pausa y el acento en la voz, producen una coma, ó un punto, en la escritura. Al ver estas señales, juzgamos instantáneamente, con una velocidad incomparablemente mayor que toda locucion externa ó interna.

Contigua á la iglesia, y comunicando con el altar mayor, está la sacristía, en la cual hay un retrato del Padre San Vítores, y otro del lego Bustillos.

No se había acostado, pero las bujías, casi consumidas y colocadas sobre su escritorio, ponían de manifiesto que había velado la mayor parte de la noche... La ventana que daba sobre el abismo estaba abierta... Sobre el alféizar veíase todavía la huella de un pie... Bajo la ventana, las rocas que formaban el precipicio estaban teñidas de sangre, lo que nos hizo a todos sospechar que las aguas impetuosas del torrente habían arrastrado su cuerpo.