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Supongo que, como la mayoría de los hombres, habría tenido sus flaquezas y sus errores; pero creía en un Dios, en el alma, en la virtud, y no consideraba la incredulidad, la mala fe y el espíritu de impiedad y difamación como signo de virilidad intelectual.

En cambio se hablaba con delicia de los países lejanos y de la inviolable paz de los claustros. No faltaba, sin embargo quien amase, de veras, al Monarca, sintiendo triunfar o sufrir en él su propio orgullo fanático; la mayoría, bajo la pavorosa coerción, acababa por encomiarle.

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Estoy seguro que la mayoría de los lectores no queda convencida por los silogismos favorables á la substancialidad del alma, tales como los presenta Kant: de este modo la posicion del filósofo es muy ventajosa, porque debe probar que no tiene fuerza un argumento, cuya fuerza en verdad no se ha sentido.

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La gran mayoría de los arqueros y hombres de armas ingleses se agrupaban en aquel extremo de la liza, ganosos de contemplar y vitorear á sus famosos campeones, que sentados á la puerta de sus tiendas, armados completamente y con el yelmo sobre las rodillas, departían tranquilamente sobre el gran suceso del día en que tan importante parte les tocaba desempeñar.