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Su empleado, un joven moreno, pobremente vestido, tenía por el contrario el semblante apático; adelantándose como aburrido, puso el libro sobre la mesa dispuesta en mitad de la sala y buscó, sin apuro, el folio en que debía formularse el contrato matrimonial. Una sirvienta corrió a llamar a los novios. Raquel se cubrió la cara con las manos y comenzó a sollozar.

Me había levantado muy agitado. El señor Laubepin, que había dado algunos pasos por el gabinete, me tomó del brazo. Perdón, joven me dijo, pero yo amaba á su madre de usted, la he llorado; perdóneme... Después, volviéndose á colocar delante de la chimenea: Voy á continuar añadió con el tono solemne que le es habitual. Tuve el honor y la pena de redactar el contrato matrimonial de su señora madre.

La vida matrimonial se le hacía inaguantable... Por eso se separó de su marido y se echó a llorar sin consuelo... Felizmente, en la azotea del palacio anidaba una pareja de cigüeñas. Eran curiosas, y como tenían las patas muy largas y muy largo el cuello, parándose en la punta de las patas y estirando el cuello, veían por las ventanas lo que pasaba adentro del palacio.

Al regresar contó a su madre lo ocurrido, y con no pequeña admiración oyó que la impedida la reprendía por no haber aceptado la propuesta matrimonial; y es el caso que la lógica de la tullida parecía contundente.

El escribano era un zoquete, que había heredado la escribanía de su padre, y que sin las luces y la colaboración de don Paco apenas se atrevía a redactar ni testamento, ni contrato matrimonial, de arrendamiento o de compraventa, ni escritura de particiones.

Confidente de estas lamentaciones era Chinto, que solía venir a pasarse con la tullida largas horas al salir del trabajo, desde que supo cuán propicia se mostrara un tiempo a su pretensión matrimonial. Aún volvía la vieja a la carga de tiempo en tiempo, y hablaba de Chinto a su hija; él no sería fino ni buen mozo, pero era un burro de carga, un lobo para el trabajo y un infeliz.

Había en la vida matrimonial de Nancy una sucesión importante de experimentos dolorosos a la que se vinculaban ciertas escenas que la habían impresionado profundamente y que su memoria hacía revivir con más frecuencia que las otras. El corto diálogo de Nancy con su hermana en el jardín, la tarde de aquel domingo, había llevado a su espíritu hacia dirección que tornaba con frecuencia.

Le pareció una ingratitud esta felicidad matrimonial. ¡Una mujer que había influido tanto en la vida de Julio!... ¿Así pueden olvidarse los amores?... Los dos habían pasado como si no le conociesen.

El joven retrocedió asustado al reconocer a su cuñada. Soltó el arma que empuñaba, empujó otra vez apresuradamente la puerta, y se fué tropezando, lleno de confusión, hacia su cuarto matrimonial. Ventura estaba leyendo tranquilamente a la luz de un quinqué. Al ver a su esposo delante, se levantó asustada. ¿Qué es eso? ¿Cómo estás aquí?

A pocos metros de la cabaña, se extendía un inculto cercado que, en los cortos días de felicidad matrimonial del socio de Tennessee, había servido de jardín, pero que, en aquel entonces, disfrutaba de una exuberante vegetación de helechos y hierbas de todas clases.