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«Aquel beso» dicen los Apuntes a este propósito «fue el primero que recibí de los maternos labios: le recuerdo como si le hubiera recibido ayer; y esto debe consistir en que mi naturaleza estaba ávida de aquel tributo que no se le pagaba, y la fuerza de la sensación, desconocida hasta entonces, aguzó el instinto que ya columbraba los albores de la inteligencia, y estampó el suceso, para no borrarse nunca, en las tablas vírgenes de la memoria

Todo el pasado les está hablando constantemente y les pesa sobre sus pobres huesos desvencijados y sobre sus almas saturadas de las antiguas coqueterías, de sus eternas frivolidades de mujer. Suelen tener un amor furioso y extravagante hacia los perros y los gatos. Una desviación caricaturesca de sus maternos instintos estériles o frustrados.

Habéis tratado al señor Mathys con una frialdad tan altanera que ha acabado por declarar su intención de alejaros del castillo mañana mismo. ¡Dios mío! exclamó la viuda con voz ahogada . ¡Verme separada quizás para siempre de mi desgraciada hija! Y no nada aún; nada, sino que no tengo derechos para hacer reconocer mis derechos maternos.

La buena dosis de estoicismo indio, que le atribuían como herencia de sus antepasados maternos, prestole inapreciables servicios hasta que las ruedas giraron rechinando sobre los guijarros del río en el vado Scott, y la diligencia se detuvo, a la hora de la comida, en el Hotel Internacional.

Blanca, sin embargo, después de los primeros meses, parecía hastiada ya de los cuidados maternos. Hacía tres meses que no iba a bailes y que no hacía su partida de whist con los amigos de su padre. ¡Era triste la vida así! Esa vida de familia, el bebé que llora de noche, que pide inconsideradamente el sacrificio de las mejores horas de sueño: ¡Oh, qué vida tan insoportable!

Algunos instantes después, como si se hubiera acordado de algo, se animó, y con los ojos brillantes se asomó a la ventana: acechaba a su madre. Permaneció asomado a la ventana una hora entera. Muchas veces creyó divisar detrás de la esquina la gorra de piel, los ojos terribles y el pálido rostro maternos. Se disponía ya a lanzar un grito de horror, cuando la visión desapareció.

Luego conoció á los otros tíos maternos en un pueblo inmediato al cabo de Creus. Este promontorio con sus costas bravas le recordó el otro donde vivía el Tritón. También aquí habían fundado una ciudad los primeros nautas helénicos; también arrojaba el mar ánforas, estatuillas y hierros petrificados. Los Blanes habían navegado mucho.