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Los enemigos, viendo el campo roto, Siguieron la victoria tan gozosos, Cual suele el cazador ir por el coto, Matando los conejos temerosos. Cual indio espada, alfange lleva boto De herir y matar, cual los mohosos Cañones de arcabuz lleva bañados De sangre con los sesos misturados.

Al comenzar la batalla quiso arrojarse en ella poniendo su fuerza inmensa al servicio de su patria; pero la tía Jeroma, la más noble de las mujeres, le sujetó indignamente por la cabellera y á pescozones le encerró mal de su grado en casa, privando á Entralgo de uno de sus guerreros más perniciosos y matando en flor mucha hazaña memorable.

Lavalle no sabía, por entonces, que matando el cuerpo no se mata el alma, y que los personajes políticos traen su carácter y su existencia del fondo de las ideas, intereses y fines del partido que representan.

; , señor; es un hombre de cuarenta y cuatro á cuarenta y seis años, aunque demuestra diez menos; ya en otra ocasión me mandó vuecencia que me informara, y yo acudí á mi compadre Diego de Auñón, que es un escribano real, que corta un cabello en el aire. A las veinticuatro horas me dijo: El tal por quien me preguntáis, ha vivido honradamente matando á obscuras por poco precio.

Muchas familias de rancia nobleza habían guardado la propiedad feudal, las grandes extensiones adquiridas por sus ascendientes, con sólo galopar, lanza en ristre, matando moros.

Partía de una ciudad para trabajar en el otro extremo de España, y cuatro días después retrocedía, toreando en una población inmediata a aquélla. Los meses del verano, que eran los más abundantes en corridas, casi los pasaba en el tren, en un continuo zigzag por todas las vías férreas de la Península, matando toros en las plazas y durmiendo en los trenes.

El apóstol Santiago, montado en su caballo blanco, se aparecía en las más sangrientas batallas de Alburquerque e iba matando moros.

Los cristianos, favorecidos por los cordobeses descontentos, se han apoderado de la Aljarquía escalando la muralla y matando á las centinelas dormidas.

En el segundo acto encontramos á los dos en un paraje agreste y montañoso, en donde llevan vida de salteadores, matando y robando á los caminantes, y cometiendo hasta con placer todo linaje de crímenes. Entre los viajeros, que caen en sus manos, se cuentan el padre de Lisarda y su hermana Leonarda.

Empiézanle á pocas horas despues de media noche, matando á todos los hombres que se les oponen, y cautivando á todas las mugeres y niños.