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He... habría querido que siempre estuvieras aquí como en tu casa, que no tuvieras necesidad de ir a vivir entre gente extraña... entonces bajo las miradas de Marta, de aquella a quien ambos amamos... ¿Para qué pronunciaría su nombre? Sentía nacer en una fiera alegría, me parecía que me brotaban alas; y he ahí que su nombre me hería como un latigazo.

Seguía negando su estado, como si fuese asunto de honor, como pudiera negarlo Marta si se viera en una por el estilo; pero negaba no por convicción, sino por engañarse a misma.

Al cabo de algún tiempo de contemplarlas fijamente, Marta sintiose turbada. Creyó advertir en ellas cada vez más ansia de tragarla y que expresaban su deseo con gritos rabiosos y desesperados. Retrocedió un poco y tomó la mano de Ricardo sin comunicarle el miedo pueril que la embargaba. La sábana de espuma que las olas extendían, en vez de besarla, pensaba que le mordía los pies.

Marta no había dicho una sola en todo el tiempo. Sentada en una silla baja, al lado del balcón, seguía atentamente la obra de croché que tenía en la mano. Ricardo estaba reclinado en el sofá cerca de don Mariano.

Es necesario que hagas matar algunos pollos para la comida y que pongas a refrescar el moselle. El primo Roberto ha llegado. ¡Ah! dije con mucha calma. ¿Dónde está? En el gabinete de tu padre conversando con él. ¿Y dónde está Marta? pregunté con una sonrisa. Ella me dirigió una mirada de censura como para reprocharme mi demasiada sagacidad; después dijo: Está con ellos.

Y tomándole a la fuerza las dos manos empezó a repartir besos en ellas a toda prisa sin darse punto de descanso hasta que creyó percibir algo raro sobre su cabeza y la levantó. Marta estaba llorando. La sorpresa del joven fue tan grande que soltó las manos sin decir palabra. La niña se tapó con ellas la cara y comenzó a sollozar con vivo sentimiento.

19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, a consolarlas de su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a recibirle; mas María se estuvo en la casa. 21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto; 22 mas también ahora, que todo lo que pidieres de Dios, te dará Dios. 23 Le dice Jesús: Resucitará tu hermano.

Pero lo que no hizo en su ánimo la idea patriótica de contribuir al renacimiento del espíritu nacional, mediante el movimiento industrial bien dirigido, lo hicieron los ojos, y más eficazmente las carnes de Marta, que poseían una virtud magnética sobre los sentidos de Nepomuceno.

Ella no se rebela; acata los designios del Altísimo y contribuye con sus oraciones al mayor bien y gloria de la que acaba de expirar. Marta comprendió que el sacerdote tenía razón. Se arrepintió de su cólera y bajó la cabeza murmurando: ¡Oh, mi hermana es una santa! también puedes serlo, hija mía. El camino de la perfección está abierto para todo el que quiera seguirlo...

En abril de este año, en la calle de Francos, probablemente en casa del poeta, falleció doña Marta de Nevares. Lope la lloró en la ya citada égloga Amarilis, que vió la luz al año siguiente. Antes de ello, en 1632, publicó La Dorotea, "acción en prosa" dividida en cinco actos, en que Lope, como hemos dicho, conmemora muchos recuerdos de sus relaciones con Elena Osorio.