United States or Yemen ? Vote for the TOP Country of the Week !


No hay más que dos caminos: o acabar de una vez con todos los grandes, lo cual no es fácil, o meterse entre ellos y aprender sus marrullerías y latrocinios. Escoge, toma tus medidas y echa a andar palantito. Yo dijo Mariano con súbita animación quiero que se hable de . ¡Que hablen de ti!..., pues mete ruido. Lo que es ruido..., ya lo meto replicó Mariano. ¿Cómo? ¿Con un cencerro?

Pero ya entiendo y alcanzo tus marrullerías: ahora salta por el licor de Esquivias, famoso al par del de Ciudad Real, San Martín y Ribadavia." Bajó la varilla y salté yo, y noté sus malicias y malas entrañas.

Siempre las iniciativas y la fuerza del atrevimiento, las marrullerías y el tesón, en la madre; la estudiada reserva, la mal disimulada curiosidad, el elocuente silencio, el mirar de soslayo, la pinchada sutil, en la hija.

Fortunata, después de mirarla con una emoción que doña Lupe no podría definir, volvió a apoyar la cara en la mejilla, y dando un gran suspiro, se acorazó dentro de aquel silencio lúgubre, que desesperaría a la misma paciencia. «¡Esto es para volverse loca!... expresó doña Lupe con un gesto iracundo . ¿Creerás , creerá usted que conmigo valen marrullerías? Sepa usted que...».

Ahora se ríe uno pensando en las marrullerías infantiles; pero si se intenta volver con la imaginación a la época, se comprende que los primeros días de la escuela han sido de los más sombríos y lamentables de la vida. Después se han pasado tristezas y apuros, ¿quién no los ha tenido? Pero ya la sensibilidad estaba embotada; ya dominaba uno sus nervios como un piloto domina su barco.

Currita sintió tal movimiento de gozo, que estuvo a pique de venderse... ¡Por fin triunfaba, y a pesar de su impasibilidad y no obstante sus marrullerías, hacía tragar al bendito padre todo el anzuelo!... Entre la marquesa de Villasis, la dama de mejor nombre de la corte, y el padre Cifuentes, el sacerdote de más prestigio, haría ella su entrada triunfal en el gremio de beatas aristocráticas, y una vez dentro, no bien tomase ella terreno, ya sabría reconquistar, palmo a palmo, los aplausos y las adulaciones, y colocarse de nuevo en el antiguo puesto perdido.

Don Pablo el viejo reía haciéndole relatar sus fugas por la montaña, unas veces de guerrillero y otras de contrabandista, siempre perseguido por los carabineros. Los hijos del amo jugaban con él, prefiriendo sus marrullerías y chistes de hombre de campo, al gesto hosco de la aya inglesa que cuidaba de ellos.

Le bastaba contemplar por breves minutos un rebaño de miles de reses para saber su número con exactitud. Galopaba con aire indiferente en torno del inmenso grupo cornudo y pataleante, y de pronto hacía apartar varios animales. Había descubierto que estaban enfermos. Con un comprador como Madariaga, las marrullerías y artificios de los vendedores resultaban inútiles.

Había dicho «¡Fuera todo el mundoIba a hacer una de las suyas. Pero ni llegó lo que el público esperaba, ni el Nacional dejó de marchar tras él, capote al brazo, adivinando con su astucia de antiguo peón habituado a las marrullerías de los matadores la falsedad teatral de esta orden.

Nada de comedias... porque eras muy comiquito. Gracias que yo te conozco ya las marrullerías, y algunas bolas me trago; pero otras no. ¿De veras que vas a contármelo todo? La idea de perdonar electrizaba a Jacinta, poniéndola tan nerviosa que echaba chispas. No cabía en de inquietud, pensando en lo grande del perdón que tenía que dar en pago de lo enorme de la sinceridad que se le ofrecía.