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En efecto se manifiesta enamorado de una joven plebeya totalmente inocente y sencilla, que vive pobremente con su madre y que se deja seducir luego. Faust se cansa del amor de Margarita lo mismo que de todos los goces de la vida. No hay nada mas hermoso en aleman que los versos en que manifiesta a un mismo tiempo el entusiasmo de la ciencia y la saciedad de la dicha.

Los diálogos de Mefistófeles con Marta, que así se llama esta mujer, tienen gran fuerza cómica: ora cuando Mefistófeles trae a Marta la nueva de la muerte de su marido, ora cuando la requiebra y enamora. En el jardín de Marta se ven y se hablan Fausto y Margarita. Margarita queda ya cautiva, herida en el corazón, inflamada por un afecto irresistible e inextinguible.

Margarita Martí, doncella, hermana de las dichas Isabel y Ana; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de treinta y ocho años; reconciliada, presa segunda vez por judaizante.

Ignoraba yo, dijo Margarita, que tal fuese el hombre con quien mis padres mi casamiento trataron, y al que no si amé; porque ahora conozco que el amor es muy distinto de lo que yo había creído.

Cuando llegué al postigo, aquel hombre, á quien reconocí á la luz de la luna y que era el mismo soldado que durante algunos días había estado de aposento en nuestra casa, había puesto á Margarita sobre el arzón de su caballo, había montado y había partido.

La señorita Margarita, que poco á poco había perdido toda apariencia de buen humor, dejó aún de responder á las conjeturas más ó menos verosímiles con que trataba de engañar sus inquietudes.

No, no; esa mujer no se habrá atrevido... Yo lo sabré, yo lo comprenderé, y doña Clara no volverá á leer en mi alma, porque me ha avisado. ¡Y Dorotea!... ¡Dorotea! ¡la hija de aquella otra Margarita, infeliz!... ¡la acusan aquí!... ¡en esta carta! ¡ella y ese Gabriel Cornejo pueden comprometer á la reina!... ¡Dios mío! ¡Dios mío!

Wolsey se venga entonces de las humillaciones que ha sufrido antes de su Reina, arrancando con sarcasmos á la princesa María de los brazos de su madre; la Reina se dirige entonces á Ana, pidiéndole su intercesión: pero ésta se vuelve y la deja con mal disimulada alegría, y sólo Margarita no abandona á la desgraciada. Acto tercero.

Margarita, hija del duque de Bearne, y en cumplimiento de los deseos de su padre, ha sido prometida al conde de Montpellier; encuentra cazando, y en los montes, á un caballero peligrosamente herido, al cual transporta á la corte de su padre para cuidarlo.

Margarita habló también del señor Desnoyers. Un viejo terrible, un hombre á la antigua, con el que no llegarían nunca á entenderse. Quedaron en silencio los dos, mirándose fijamente. Ya se habían dicho lo de mayor urgencia, lo que interesaba á su porvenir.