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En el fiero ademan, en los lozanos Marciales aderezos y vistosos Bien os conozco, amigos, por Romanos; Romanos digo, fuertes y animosos; Mas en las blancas delicadas manos Y en las teces de rostros tan lustrosos Allá en Bretaña pareceis criados, Y de padres Flamencos engendrados.

Cerca de una hora hacía que la conversación giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba á interpretarse de diversos modos la ausencia del recién venido, á quien uno de los presentes, antiguo compañero suyo de colegio, había citado para el Zocodover, cuando en una de las boca-calles de la plaza apareció al fin nuestro bizarro capitán despojado de su ancho capotón de guerra, luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turquí con vueltas rojas y un magnífico mandoble con vaina de acero, que resonaba arrastrándose al compás de sus marciales pasos y del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro.

Cada vez más fría la estación invernal y más calientes las noticias que de allá fuera vienen a conmover la Fábrica. Por de pronto, no quedaron estériles las disposiciones marciales demostradas el día del motín, y al siguiente cobraron las operarias sus haberes a tocateja. No era cosa de provocar el enojo del pueblo en el estado actual de España, que parecía ya la casa de Tócame Roque.

En las sombrías aguas marciales cargadas y sobrecargadas de hierro, en las muy cálidas aguas termales, encontraréis ese ligero mucus y esas criaturillas que se asemejan á gotas apenas desarrolladas, pero que oscilan y se mueven. No importa cómo se las clasifique, ni que Candolle las honre con el nombre de animales, y que Dujardin las relegue al último rango de los vegetales.

¡Granada, mi Granada! aportillada y rota, hundidos tus alcázares, desierto tu Albaicin, ni tu pendon bermejo en Bib-Arrambla flota ni en tus marciales fiestas ondula la marlota del lidiador zenete ó el fiero mogrebin.

Comer bien y... lo otro, si es que se presenta una buena ocasión; he aquí el programa... ¡Lástima que nuestra vida no haya sido así siempre!... ¡lástima que no lo sea cuando lleguemos a la otra acera de esta calle azul! Una marcha militar despertó a Ojeda sonando sobre su cabeza con gran estrépito de marciales cobres.

Las proezas y aventuras de los expedicionarios ingleses y de su indomable capitán, las descripciones interesantísimas de tipos y costumbres de la época, los múltiples incidentes de aquellas marciales jornadas, ora sangrientos y heróicos ora altamente cómicos, todo en suma, está ideado y referido con tal naturalidad, con exactitud y gracia tantas, que hacen de este libro una obra acabada y uno de los más preciados timbres de la fama literaria de su autor.

La blanda Venus con el duro Marte Jamas hacen durable ayuntamiento: Ella regalos sigue, él sigue el arte Que incita á daños, y á furor sangriento: La Cipria diosa estese agora á parte, Dexe su hijo nuestro aloxamiento: Que mal se aloxa en las marciales tiendas Quien gusta de banquetes y meriendas.

Luego, los vendedores de naranjas, de silbatos y de globos; la corriente humana que no cesa de circular, engrosada por los torrentes que cada bocacalle vomita sobre la plaza; los soldados, tan marciales, en fila, los ojos sobre el jefe, que recorre la línea a caballo, dejando ondear al viento su penacho azul y blanco; las músicas, que tocan; el cañón, que truena; los cohetes, que estallan; las campanas, que vibran, y por último, el Presidente, que pasa, a pie, camino de la Catedral, en medio de los acordes graves y solemnes del himno nacional, precedido, rodeado y seguido de brillante cortejo.

Agora cierra todo este escuadrón y acompañamiento aquella prodigiosísima torre andante, que es la de Babilonia, llena de gigantes, de enanos, de bailarines y representantes, de instrumentos músicos y marciales, de voces, de algazaras, que se ven y oyen por infinitas ventanas que tiene el edificio, coronadas de luminarias y flechando girándulas y cohetes voladores ; y en un balcón grande de la fachada va la Esperanza: una jayana vestida de verde, muy larga de estatura, y muchos pretendientes por abajo, a pie, soldados, capitanes, abogados, artífices y profesores de diferentes ciencias, mal vestidos, hambrientos y desesperados, dándola voces, y con la confusión no se entienden los unos a los otros, ni los otros a los unos.