United States or French Guiana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Las tardes del Hotel Drouot le resultaban insípidas cuando no tenía á su lado á esta confidente de sus proyectos y sus cóleras. Hoy hay venta de alhajas: ¿vamos? Su proposición la hacía con voz suave é insinuante, una voz que recordaba á doña Luisa los primeros diálogos en los alrededores de la casa paterna. Y marchaban por distinto camino.

Y señalaba los altos hornos, las robustas torres gemelas, unidas por el ascensor que subía hasta sus bocas las cargas de mineral y de combustible. Un calor de volcán envolvió á los dos hombres al aproximarse á los altos hornos. Marchaban por plataformas de tierra refractaria, surcadas con una regularidad geométrica por pequeñas zanjas que servían de moldes al mineral en fusión.

Al mismo tiempo se dirigía la vista en derredor, y ¡qué espectáculo, Dios mío!, treinta y dos navíos, cinco fragatas y dos bergantines, entre españoles y franceses, colocados delante, detrás y a nuestro costado, se cubrían de velas y marchaban también impelidos por el escaso viento. No he visto mañana más hermosa.

Los «nazarenos» no podían hablar, y marchaban escoltados por guardias municipales, cuidadosos de que los importunos no se llegasen a ellos para molestarles. Abundaban los borrachos en la multitud.

Púsose en marcha el vehículo, balanceándose con agudos chirridos de su eje sobre los baches del camino. A la zaga del carro, cogidos a él, marchaban la vieja y su prole menuda. Detrás, caminaba Alcaparrón, al lado de Salvatierra, que deseaba acompañar hasta la ciudad a aquella gente humilde.

Cuando Isidro podía darle un cigarro, Salguero, satisfecho del obsequio, le acompañaba cuesta arriba, hasta el paseo de los Ocho Hilos, sin cesar de hablarle con gitana incoherencia. El cariz del tiempo era su mayor preocupación. No llovía: las cosas marchaban mal. Pero a usted preguntaba Maltrana riendo ¿qué le importa que llueva o no llueva? ¿Dónde están sus campos?

Por entonces, Wetterhexe había observado desde hacía varios días mucha agitación en los desfiladeros cercanos, de gentes que marchaban en masa, con el fusil al hombro, en dirección del Falkenstein y del Donon. Indudablemente algo extraordinario pasaba.

Al mirarla, afanada, despidiendo de sus dientes y coyunturas un sudor negro y craso, sentía que se le comunicaba el vértigo de ella, y por momentos se suponía también compuesto de piezas de hierro que marchaban a su objeto con la precisión fatal de la Mecánica.

Los otros jinetes marchaban lejos, y ella espoleó su caballo para unirse al grupo, sin decir una palabra al espada, como si no se diese cuenta de que la seguía. En las fiestas de Semana Santa volvió a la ciudad la familia de Gallardo. El espada toreaba en la corrida de Pascua.

Las muchachas, cogiéndose del brazo, marchaban tras él cantando con insolente sonsonete: ¡Ahí va! ¡Ahí va el tío del gabán! Los mozos reían la gracia y parecían dispuestos a apoyarla saludando con un cantazo al señorito si tenía el mal gusto de incomodarse. Maltrana dejó a la espalda esta alegría hostil y salió al campo. Pensaba visitar la cabaña de Zaratustra antes de ir a las Carolinas.