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Hay en esta carta una idea harto contraria a la condición, vida y carácter de quien la emite. Imposible parece que desconfíe tanto del porvenir en América del idioma castellano quien ha consagrado toda la vida a su estudio y está erigiéndole el maravilloso monumento de un Diccionario de construcción y régimen.

Me condujo a lo largo del silencioso claustro, en medio del cual había un maravilloso pozo medioeval de hierro forjado, y después por interminables corredores de piedra, cada uno alumbrado por una sola lámpara de kerosene, lo que hacía parecer más sombría y melancólica la casa.

Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cartel con doradas letras, que decían al mundo y á la posteridad el nombre y significación de aquel gran monumento. Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara.

Esto se pensaba por lo menos en las sacristías y en las redacciones de los periódicos ultramontanos, donde se le mimaba a porfía y donde había llegado a adquirir maravilloso ascendiente.

«Si es usted elegantísima... si cuanto usted se pone resulta maravilloso. La verdad, no es porque sea usted mi amiga... A todo el mundo lo digo: si usted quisiera, no tendría rival. ¡Qué cuerpo!, ¡qué caída de hombros! Francamente, usted, siempre que se quiere vestir, oscurece cuanto se le pone al lado». Que a Rosalía se le caía la baba con esta adulación, no hay para qué decirlo.

El lenguaje es ciertamente un conducto maravilloso en la comunicacion de las ideas, y un poderoso auxiliar de nuestro entendimiento; pero, sin desconocer estas calidades, podemos guardarnos de la exageracion que parece declarar imposible todo pensamiento al que no corresponda una palabra pensada.

Al chocar esas olas contra una costa o una escollera parece que la tierra o los escollos se incendian y de ellos se levanta una especie de niebla llameante que produce un efecto verdaderamente maravilloso. Tal era el fenómeno que tanto había sorprendido a los náufragos del junco.

Carne pedirán y no palabras. Ved en seguida a los pueblos palmotear, hacer versos, levantar arcos, poner inscripciones. ¡Maravilloso don de la palabra! ¡Fácil felicidad!

Y a su inteligencia, verdaderamente extraordinaria, se une una piedad ejemplar... verdaderamente ejemplar... ¡Oh, es más entusiasta que yo todavía por los héroes de la guerra!... Luego, tiene un tacto maravilloso para conducirse en sociedad, aunque sus costumbres austeras no te permitan estar mucho tiempo dentro de ella... ¡Es una santa!

Dicho sea en honor de la verdad; la primera impresion es fascinadora. En mi vida he visto un comedor que se le parezca. Pero pasada la primera impresion, herido una vez el sentimiento de lo maravilloso, que tanto puede y que tanto influye en la imaginacion del hombre, sucede con esto lo que con los aromas.