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Para usted es una vileza lo que para sería un acto noble y generoso, propio de un imitador de Cristo. No nos entendemos en lo que se refiere a lo que es dignidad o indignidad... Lo siento por usted, padre repuso el mayorazgo, tendiéndole la mano. Y yo por usted, D. Álvaro. Buenas noches.

Rita tenía el blanco mate limpio y uniforme de las estatuas de mármol; su hermoso cabello era negro; sus ojos, notablemente grandes, de un color pardo oscuro, guarnecidos de grandes pestañas negras y coronados de cejas que parecían trazadas por la mano de Murillo.

Todos los de mi familia procedemos de «la calle». Cuando yo mandaba el Roger de Launa, una vez que estuve en Argel me detuve a la puerta de la sinagoga, y un viejo, luego de mirarme, dijo: « puedes pasar: eres de los nuestros.» Y yo le di la mano y contesté: «Gracias, correligionario

La alegría dejó suspenso al guapo por algunos minutos; pero reponiéndose en seguida y tornando á su habitual arrogancia, tomó la mano de la joven, la pasó por debajo del brazo y así enlazados se acercó al grupo diciendo: Camarás, ustedes se van á la cama: nosotros también. Conque á la paz de Dios y dormir bien. María-Manuela prorrumpió en exclamaciones de gozo.

21 Y si al justo amonestares para que el justo no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y habrás librado tu alma. 22 Vino allí la mano del SE

No es la hora ni el sitio de decírmelas se apresuró a añadir la joven, molestada por la actitud apremiante de Huberto. Entonces, ¿tengo que esperar para conocer mi suerte? interrogó él tomando la mano de María Teresa entre las suyas. ¡Reconozca que es un poco duro! ¿Puedo, a lo menos, ir a visitarla en cuanto esté en París, en los últimos días de noviembre? Venga usted, mamá lo ha autorizado.

y yo somos dos, ¿me entiendes? No pienses que te tengo miedo... Aunque viejo, aún no se me cae una herramienta de la mano... ¡Sal conmigo, cobarde! ¡Sal á la calle y verás cómo te corto el cuello!

La Baronesa se pasó la mano por los ojos, suspiró y atrajo hacia su pecho a la criada. ¡Basta, basta, pobre mujer!... ¡No hay más remedio que conformarse!... ¡Cálmese usted!.... ¡Basta!... Lo mejor es que diga usted a estos señores, a la justicia, ¿adonde la mandó, a usted? ¿A qué la mandó?

Y con mano febril, por donde se podía adivinar el grado de apasionamiento a que el brigadier había llegado, sacó del bolsillo una cartera y de la cartera un retrato de mujer, que puso delante de los ojos a su hijo. Mírala, ¿te gusta? Miguel la echó una rápida mirada por complacer a su padre y bajó la cabeza en señal afirmativa. Vamos dijo el brigadier en voz baja y temblorosa, dala un beso.

En llegando, se metió maese Pedro dentro dél, que era el que había de manejar las figuras del artificio, y fuera se puso un muchacho, criado del maese Pedro, para servir de intérprete y declarador de los misterios del tal retablo: tenía una varilla en la mano, con que señalaba las figuras que salían.