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Si su destino era ese, lo aceptaba sin pestañear: él había entrado en la vida por la puerta color de rosa, como convidado que acude a espléndida fiesta, a deleitarse con manjares y músicas y placeres sin cuento, y encontró el salón a obscuras, la mesa del banquete desierta, pan y agua por todo manjar, los demás invitados de blusa en vez de frac, y no escuchó más música que la del arado, de la azada y del martillo... ¡ah! no, ¡muchas gracias! él no había venido para eso, ¿por qué le engañaron? ¿a qué le trajeron? si no existía algún medio de hacer como aquellos pocos, que no visten blusa, y se pasean y divierten, se marchaba. ¿Había uno? ¿y no era necesario sudar ni quebrarse la cabeza? no, mucho pulso y buena suerte.

De allí a poco los convidados fueron desfilando repletos de buenos manjares y llenos de curiosidades: ellos saboreando el aromoso veguero, y ellas hablando de los trajes de la duquesa y su hija. Si alguno callaba, era porque lo mal que digería no le dejaba murmurar de lo bien que había comido.

Candido perdió el sentido, y Panglós le llevó un trago de agua de una fuente inmediata. Habiendo hallado el siguiente dia algunos manjares metiéndose por entre los escombros, cobráron algunas fuerzas, y trabajáron luego, á exemplo de los demas, en alivio de los habitantes que de la muerte se habian librado.

Arañó sus bolsillos para reunir las últimas briznas de tabaco; lió un pitillo, y despidiendo nubes de humo con la voluptuosidad del bienestar, contempló detrás de los cristales el paisaje nevado que tan honda tristeza le inspiraba horas antes. Feli apenas pudo comer: sentía repugnancia ante aquellos manjares.

Su comida no se sirve en mesas de madera, sino en elegantes bandejas de terso cuero; en su cocina, finalmente, nunca se aprestan manjares comunes, sino platos esquisitos, el at-tafayá , la takalliyah, y otros que escitan el apetito con su sabor peregrino halagando el olfato con las especias de la India y el aromático cilantro.

Ninguno se atreve a levantar los ojos para no encontrarse con los de los demás, y tan sólo se dirigen miradas furtivas y dolorosas al sitio que el ser que acaba de huir de este mundo para siempre ha dejado vacío. Los manjares se tragan maquinalmente, sin gustarlos, y el pañuelo va más veces a los ojos que la servilleta a los labios.

Un día, no obstante, en ocasión que comía en su lecho despaciosamente y gustando bien los manjares, como era en él costumbre, quedose un buen rato a medio mascar, sin quitar los ojos de Salvador; y volviendo luego a atender al plato, habló así: Mis distracciones son tan chuscas como mis sueños.

«Adentro, amiguito dijo la pluma; colémonos por este balcón que está de par en par abiertoAsí lo hicieron, encontrándose dentro de una gran sala en la cual había hasta cien personas sentadas alrededor de vasta mesa, llena de ricos manjares y adornada de flores, todo puesto con arte y soberana magnificencia.

Miguel la preguntó al desaparecer: ¿Cómo se llama V.? Maximina contestó sin volver la cabeza. Trajéronle poco después la cena: la criada era una vieja fea y avinagrada; limitose a encender una lámpara, poner la mesa, y sobre ella los manjares, sin pronunciar palabra.

Pues, ¿para qué es la dentadura, se dicen los más; sobre todo cuando la tienen buena, sino para lucirla, y triturar los manjares que se lleguen a la boca? Y Pedro era de los que lucían la dentadura.