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Menos absurdo me parece creer en un Dios bueno y otro malo, que creer en Jehová Eloïm que era un déspota, un dictador, un polaco. «¡Su padre era maniqueo! Buenos ponía a los maniqueos San Agustín, que también había creído errores así. Pero su padre llegaría a convertirse; como ella, que tenía lleno el corazón de amor para todos y de fe en Dios y en el santo obispo de Hiponax».

Si la elevacion de la inteligencia condujese al mal, la maldad de los seres estaria en proporcion con su altura; ¿adivinais la consecuencia? ¿porqué no sacarla? La sabiduría infinita seria la maldad infinita; y héos aquí en el error de los maniqueos, encontrando en la extremidad de la escala de los reres un principio malo.

Y aquí, que sin saber cómo, se siente inspirado, ve lo que ántes no veia, y olvidándose de que estaba en la mesa del rey, da sobre ella una palmada, exclamando: «Esto es concluyente contra los maniqueos!....» La meditacion.

Y muerto de risa decía: Pero hombre, buena Batrania te Dios; ¿dónde ha leído eso el señor Ozores? «El capellán no era un San Agustín pensaba Anita ; no, porque San Agustín no bebería sidra ni refutaría tan mal argumentos como los de su padre. No importaba, el clérigo tenía razón y eso bastaba; decía grandes verdades sin saberlo». Don Carlos en aquel momento se puso a defender a los maniqueos.

Y vm., señor Martín, le dixo al docto, ¿qué piensa de todo esto? ¿qué opinion lleva cerca del mal físico y el mal moral? Señor, respondió Martin, los clérigos me han acusado de ser sociniano; pero la verdad es que soy maniquéo. Ese es cuento, replicó Candido, que ya no hay maniquéos en el mundo. Pues yo en el mundo estoy, dixo Martin, y es la realidad que no está en mi creer otra cosa.

Poco le importan las consecuencias morales, con tal que escite las agitaciones casi involuntarias que le hacen dueno de la imaginacion de sus lectores. En Manfredo, lord Byron parece adoptar al principio bajo nombres persas, la creencia de los maniqueos que admiten en el mundo intelectual la oposicion poderosa del principio del mal, contrariando sin cesar a la eterna Providencia.