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»De aquella manera estuve no qué tiempo, tendido en el suelo, al cabo del cual me levanté sin hambre, y hallé junto a a unos cabreros, que, sin duda, debieron ser los que mi necesidad remediaron, porque ellos me dijeron de la manera que me habían hallado, y cómo estaba diciendo tantos disparates y desatinos, que daba indicios claros de haber perdido el juicio; y yo he sentido en , después acá, que no todas veces le tengo cabal, sino tan desmedrado y flaco que hago mil locuras, rasgándome los vestidos, dando voces por estas soledades, maldiciendo mi ventura y repitiendo en vano el nombre amado de mi enemiga, sin tener otro discurso ni intento entonces que procurar acabar la vida voceando; y cuando en vuelvo, me hallo tan cansado y molido, que apenas puedo moverme. Mi más común habitación es en el hueco de un alcornoque, capaz de cubrir este miserable cuerpo. Los vaqueros y cabreros que andan por estas montañas, movidos de caridad, me sustentan, poniéndome el manjar por los caminos y por las peñas por donde entienden que acaso podré pasar y hallarlo; y así, aunque entonces me falte el juicio, la necesidad natural me da a conocer el mantenimiento, y despierta en el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo. Otras veces me dicen ellos, cuando me encuentran con juicio, que yo salgo a los caminos y que se lo quito por fuerza, aunque me lo den de grado, a los pastores que vienen con ello del lugar a las majadas. »Desta manera paso mi miserable y estrema vida, hasta que el cielo sea servido de conducirle a su último fin, o de ponerle en mi memoria, para que no me acuerde de la hermosura y de la traición de Luscinda y del agravio de don Fernando; que si esto él hace sin quitarme la vida, yo volveré a mejor discurso mis pensamientos; donde no, no hay sino rogarle que absolutamente tenga misericordia de mi alma, que yo no siento en valor ni fuerzas para sacar el cuerpo desta estrecheza en que por mi gusto he querido ponerle».

En El astrólogo fingido, de Calderón, impreso en 1637, se habla ya de El lindo Don Diego, de Moreto, como de una comedia famosa: de manera que su nacimiento no puede ser anterior al primer tercio del siglo XVII. Se supone que en los primeros años de su vida hubo de residir en Madrid, y los últimos en Toledo.

Las dos ideas de que hablo son: la estadística y la fisiología: la estadística, explicando la sociedad; la fisiología explicando al hombre. ¡Quién habia de decir á nuestros antiguos filósofos que la fisiología es espiritualista á su manera!

Despues de tu partida venturosa el mar se alborotó de tal manera que aun dura su borrasca lastimosa. Ya no es la patria, no, segura esfera, es un errante piélago furioso, sin viento brama, y sin razon se altera. Es un bajío eterno y peligroso: ya murió la amistad, ya no hay amigo: derribó el interés el mas famoso.

Fortuna, por hablar de esta manera, O hado, bien tomándolo sin dolo, Favorece

Tan patriótico añadió el Ministro , que, teniéndolo en cuenta el Gobierno, ha resuelto..., ¡y esto que ha de ocultarlo usted hasta de su propia sombra! Por de contado dijo don Simón, sintiendo excitada su curiosidad . Y ¿qué es lo que ha resuelto? Distinguir de una manera honrosa a los seis mayores suscriptores. Y ¿cuál es esa manera? preguntó don Simón entonces, cegado ya por la vanidad.

¿Decís exclamó que su majestad ama á ese joven? Estoy casi cierto de ello. ¡La prueba! ¡la prueba! No puedo dárosla ahora, pero os la daré. Si me la dais, os hago doblemente rico. Montiño miró de una manera extraviada al fraile.

El caminante dijo que aquella madrugada habían encontrado con aquellos pastores, y que, por haberles visto en aquel tan triste traje, les habían preguntado la ocasión por que iban de aquella manera; que uno dellos se lo contó, contando la estrañeza y hermosura de una pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con la muerte de aquel Grisóstomo a cuyo entierro iban.

40 Hirió pues Josué toda la región de las montañas, y del mediodía, y de los llanos, y de las cuestas, con todos sus reyes, sin quedar nada; todo lo que tenía vida mató, de la manera que el SE

Atravesaba el referido conducto grandes montañas, trabajosamente horadadas; y para que el enorme peso de estas no hundiese la obra, levantaron por todo aquel espacio muchas lumbreras á manera de torres muy juntas, que suben hasta lo alto y sustentan la montaña aliviando el peso con repartirlo en aquellos pequeños trechos.