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Al llegar cerca del puente sobre el Ebro, una porción de lavanderas y de mujeres de carabineros salieron a ver la extraña comitiva, y varias de ellas comenzaron a cantar, sobre todo dirigiéndose a la monja: Ahora que estarás contentona Carlistona, mandilona; Ahora que estarás contentón Carlistón, mandilón, cobardón. La pobre superiora estaba lívida de rabia.

Por último, y cuando ya Ripamilán asomaba la cabecita vivaracha sobre el antepecho del otro púlpito para cantar el Evangelio, el organista la emprendió con la mandilona: Ahora que estarás contentón mandilón, mandilón, mandilón. Los carlistas y liberales que llenaban el crucero celebraron la gracia, hubo cuchicheos, risas comprimidas y en esto vio la Regenta un signo de paz universal.

Descalzas y pisando de lado, como recelosas, iban entrando algunas, con la cabeza resguardada por una especie de mandilón de picote; muchas gemían de gusto al acercarse a la deleitable llama; otras, tomando de la cintura el huso y el copo de lino, hilaban después de haberse calentado las manos, o sacando del bolsillo castañas, las ponían a asar entre el rescoldo; y todas, empezando por cuchichear bajito, acababan por charlotear como urracas.

¡Oh, le estoy cansando a usted! dice Visitación a un rubio con cuello marinero, a quien ha hecho ya cargar con cincuenta piezas de percal. ¡Ah, no señora! Es mi obligación... y además lo hago con la mejor voluntad.... «El mancebo ha de ser incansable, para eso está allí». Visitación siempre tiene que hacer un mandilón para la criada, pero no se decide nunca.