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En éstas y otras, presentósele un día el Tuerto con las manos en los bolsillos y la cara hecha un vinagre. ¿De onde vienes, tiña? le preguntó el viejo mareante, abrazando con cariño, pero muy admirado, al aparecido. Del departamento respondió el Tuerto. ¡Del departamento! ¿Pues no mandaste carta de allá, hace ocho días, para á Patuca, que sabe leer y escrebir? Cierto.

Viome harto bien, y yo mostré, desde lejos, el billete de vuestra merced; pero mandome decir que se estaba aderezando para salir al estrado, y que no podía en ese momento ocuparse de esquelas. ¿Eso dijo? Eso, señor. ¿Y no mandaste, al menos, el billete con alguna criada? ¿Y si vuestra merced se enfadaba, luego, conmigo? Poniéndose en pie, el mancebo repuso: Enfádome agora de veros tan necia.

Ahora me ha confesado don Crisanto que en el último ataque vio a tu madrina muy mala, tan mala que poco faltó para que la mandara disponer. La Virgen me ha hecho el milagro; se lo pedí de todo corazón, y le ofrecí unos ramilletes. Recibí el dinero. Gracias, hijito. Dios te lo pague. Eres muy bueno con nosotras. ¿Por qué mandaste todo el sueldo, y nada guardaste para ?

7 Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos de la tierra, y les dijo: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal; pues que ha enviado a por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro; y yo no se lo he negado. 9 Entonces él respondió a los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer.

22 Y dijo el siervo: Señor, hecho es como mandaste, y aún hay lugar. 23 Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados, gustará mi Cena. 25 Y muchas personas iban con él; y volviéndose les dijo:

Vase el REY y los caballeros. PELAYO. ¡Hola! Tomélos. SANCHO. ¿Dineros? PELAYO. Y en cantidad. SANCHO. ¡Ay, mi Elvira! Mi ventura Se cifra en este papel, Que pienso que llevo en él Libranza de tu hermosura. Vanse, y sale DON TELLO y CELIO. CELIO. Como me mandaste, fuí A saber de aquel villano, Y aunque lo negaba Nuño, Me lo dijo amenazado: No está en el valle, que ha días Que anda ausente.

Entre las cartas viene una, de la que literalmente copio un párrafo. Dice así: «Adjunto te mando, hijo mío, el diploma del premio que han logrado en la Exposición de Viena, las esencias de las flores de ese país, que mandaste en tus colecciones.» ¡Hasay! ¡El pájaro del sol! ¡El premio de la Exposición de Viena! Ratelán, tiene razón.

11 los cuales mandaste por mano de tus siervos los profetas, diciendo: La tierra a la cual entráis para poseerla, tierra inmunda es a causa de la inmundicia de los pueblos de las tierras, por las abominaciones de que la han llenado de un extremo a otro con su inmundicia.

Salió. En la meseta amplia de la monumental escalera encontró a Carmencita: estaba apoyada en la maciza reja del ventanal, y miraba al cielo o al campo ensimismada. Al sentir las espuelas de Salvador en la escalera, se volvió hacia él sonriendo, y observándole muy atenta, preguntó: ¿Le mandaste al padrino alguna medicina? Bajaba el mozo embargado de emociones.

No subo porque tengo que volver a los carros de pateta. ¿Qué dices, granuja? Que no va el carro grande por menos de cuarenta reales, y como me mandaste que no pasase de treinta... Tendré yo que verlo. Estos hombres no sirven mas que de estorbo, ¿verdad, Nina? Verdad. ¿Y qué es? ¿Se muda la señora?