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Conchita estaba libre de la virtuosa presencia de doña Zobeida, que andaba por abajo en arreglos de equipaje. Los ojitos negros tenían una expresión maliciosa y prometedora. A él no le parecía mal la madrileña... ¡Pero en víspera de la llegada a Buenos Aires! ¡Cargar con un nuevo compromiso un hombre como él, que iba a la ventura!...

Tipo contrario al de la Burlada era el de señá Casiana: alta, huesuda, flaca, si bien no se apreciaba fácilmente su delgadez por llevar, según dicho de la gente maliciosa, mucha y buena ropa debajo de los pingajos.

¿A lo del otro día?... Pues hijo, no me acuerdo. ¡Me buscan tantos!... Pero de pronto, el doctor pareció recordar, y una sonrisa maliciosa animó su rostro. ¡Ah, ! Ya me acuerdo: vienes á lo del practicante. eres el marido de esa... Bien ¿y qué? Quiero que usted arregle eso, don Luis continuó el gigantón con energía; ó lo arregla usted que es tan bueno ó doy el gran escándalo.

¡Y hay quien se atreve a decir que el hábito no hace al monje! añadió irónicamente el notario. Liette se excusaba riendo, ruborizada y confusa, con gran alegría de su maliciosa discípula. Fue aquella una velada deliciosa.

Muy bien dijo el cura, comprendiendo que no había cambiado tanto de ideas como él creía, lo que me valió una dulce sonrisa, pues el cura detesta a las veletas. ¿Qué desea usted saber de éste su humilde servidor? prosiguió, con mirada maliciosa. ¿Me van ustedes a condenar a otra conversación sobre las solteronas? preguntó la abuela descontenta.

«O el Padre tiene sobre propio un dominio inverosímil pensaba doña Luz , o no me ha amado jamás. Sería de ver que la sospecha de Manuela, que yo como injuria llena de maliciosa villanía, hubiese sido en el fondo una creación ridícula de mi vanidad, que, profundizando bien el asunto, me halagaba en vez de enojarme.

Pero, discretamente indicadas, le bullían en los labios las preguntas de tal modo, que Artegui se impuso la penitencia de narrarle todo la acaecido de pe a pa. Escuchaba él, refrenando con su práctica del mundo, la risa maliciosa que le asomaba a las facciones. Era evidente que al mozo calaverilla le divertía infinito el cómico percance conyugal del calaverón rancio.

Señor marqués murmuró , dispénseme la libertad que me tomo.... Una persona de su clase no se debe rebajar a importársele por lo que haga o no haga la criada.... La gente es maliciosa, y pensará que usted trata con esa chica.... Digo pensará Ya lo piensa todo el mundo.... Y el caso es que yo..., vamos..., no puedo permanecer en una casa donde, según la voz pública, vive un cristiano en concubinato.... Nos está prohibido severamente autorizar con nuestra presencia el escándalo y hacernos cómplices de él.

-Así es verdad -replicó don Quijote-, por lo cual los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape.

Un comerciante, liberal y nada timorato, tenía depositados en la puerta de aquel centro de recreo un par de zapatos viejos. Llegaba al Casino, calzaba los zapatos de suela rota y subía a probar fortuna. Juraba que jamás llevando botas nuevas le había favorecido la suerte. Venía a ser un jugador de la orden de los descalzos. Entre su fe y cierta maliciosa experiencia le daban ganancias seguras.