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Me propuse calmar el ánimo de la doncella, quitarle, en cuanto fuera posible, la mala impresión que mi ligereza y mis imprudentes palabras le habían causado, y lo conseguí.

Parecía el clérigo hombre pequeño, á juzgar por su vestido, que era muy raído y verdinegro. Era él de edad madura, y á juzgar por su pronunciada y redonda panza, parecía hombre que no se daba mala vida. Tenía la cara redonda y amoratada, con dos ojillos muy vivos y una nariz que parecía haber servido de modelo á la Naturaleza para la creación de las patatas.

La Magdalena es un magnífico anacronismo, un palacio asombroso y una mala basílica; un gran alcázar y una mala iglesia; un gran templo gentil y un mal templo cristiano.

Estaba yo tan tonto, que me parecía que siempre había de vivir entre semejante chusma. Pues no te quiero decir, hija de mi alma... un día que se metió allí el picador, el querindango de Segunda. Este caballero y mi amigo Izquierdo se tenían muy mala voluntad... ¡Lo que allí se dijeron!... Era cosa de alquilar balcones. No cómo te divertía tanto salvajismo. Ni yo lo tampoco.

4 Mentir y mudarse á un tiempo, fiesta que se representó á SS. MM. en el Buen Retiro, de D. Diego y D. José de Figueroa y Córdova. 5 Poco aprovechan avisos cuando hay mala inclinación, de D. Juan de Matos Fragoso. 6 El valiente Campuzano, de D. Fernando de Zárate. 7 El Príncipe villano, de Luis Belmonte y Bermúdez. 8 Las canas en el papel y dudoso en la venganza, de D. Pedro Calderón.

Tan fragorosos eran los truenos, tan frecuentes los relámpagos, que ambos amantes juzgaron prudente retirarse cada cual a su cuarto, don Juan maldiciendo de Júpiter y de Eolo, y Cristeta, que ignoraba la Mitología, renegando de su mala estrella.

¡Casilda! Señora. Si viene el duque de Lerma, que estoy mala. Muy bien. Si se empeña en entrar, que el médico ha dicho que no puede hablárseme. Muy bien; ¿y si viene el señor Juan Montiño? Viene á su casa. ¡Ah! me olvidaba: pon una cama en el gabinete de tapicería. Muy bien. Y cuanto se necesite; un aposento bien servido. Muy bien. ¿No os desnudáis? No... mira... si viene el tío Manolillo...

La mala suerte le perseguía. Nadie como él cuidaba el ganado y vigilaba la marcha. Muerto de sueño, jamás se atrevía, como los compañeros, á dormir en el carro, dejando que las bestias marchasen guiadas por su instinto.

Aquesta sobre todas se señala En costoso aderezo de vestido, De Aliaga, Beatriz, lleva la gala En discrecion, aviso y buen sentido: Tambien la que no tiene cosa mala, Ni menos bueno que ella, su marido, lustre, con su lustre en toda Lima, Doña Maria Cepeda, de alta estima.

De esto le sobrevino alguna presunción, y gracias a ella su figura no parecía tan mala como era realmente. Tenía su buena capa de embozos colorados; por la noche se liaba en ella, metíase en el tranvía y se iba a dar una vuelta hasta las once, rara vez hasta las doce.