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Antes de morir tuvo tiempo de confesar, y perdonó á los agresores, que salieron precipitadamente de la iglesia, uno de ellos mal herido

Los demás fueron destinados al remo en las galeras; y como al oirlo se dejara vencer de la pena un Capitán, díjole D. Alvaro: «Llore quien se ha perdido mal, que yo como hombre me perdí

¡Esto ya no se puede sufrir! vociferó el general montando en cólera .Vamos a ver, señorita: ¿usted cree que yo no dispongo de medios para hacer que usted cante de plano? Diga usted prontito lo que sabe, pues de otro modo vamos a estar mal..., ¡vamos a estar maaaaal!...

¿A qué motivos deben achacarse esas contorsiones icarias de la multitud?... Nadie podría decirlo; pero los comediantes que luchan con ella diariamente, las adivinan y las temen, por lo mismo que ni su arte, ni aun la experiencia madre ubérrima de todo saber les ardides seguros para combatirlas. Hoy el público dicen, viene de mal humor.

Y fue detrás de él, porque siempre que los dos amigos se encerraban, hacía ella los imposibles por oír lo que decían, poniendo su orejita rosada en el resquicio de la mal cerrada puerta. Jacinto esperó en el gabinete, y su tocaya entró a anunciarle. «Pero qué, ¿ha venido ya ese pelagatos?». ... resalao... aquí estoy. Pasa, danzante... ¡Dichosos los ojos... El amigote entró.

Estan los turcos acampados delante de Viena; cada cual discurre por donde se deberá atacarlos cuando llegue el deseado refuerzo á las órdenes del rey de Polonia. Las reglas del arte andan de boca en boca, los proyectos son innumerables. Llega Sobieski, echa una ojeada sobre el ejército enemigo: «es mio, dice, está mal acampadoAl dia siguiente ataca, los turcos son derrotados, y Viena es libre.

Era una sagrada compañía, creada para ayudar á Dios en la guerra con el espíritu del mal, y para impedir la introduccion del contrabando herético en el mercado de la Nueva Sion. Plácido iba ya á firmar para acabar porque tenía prisa: sus compañeros rezaban ya el O Thoma, pero le pareció que su tío le cogía de la oreja, y dijo: ¡Despues de clase! quiero leerlo antes.

La equitación no se opone a la vida que Vd. piensa seguir, y yo creo que su padre de Vd., ya que está Vd. aquí, debiera en pocos días enseñarle. Si Vd. va a Persia, o a China, allí no hay ferro-carriles aún, y hará Vd. una triste figura cabalgando mal.

¡Aquí del rey otra vez! -replicó Sancho-. Cuando esta caridad se hiciera por algunas doncellas recogidas, o por algunas niñas de la doctrina, pudiera el hombre aventurarse a cualquier trabajo, pero que lo sufra por quitar las barbas a dueñas, ¡mal año! Mas que las viese yo a todas con barbas, desde la mayor hasta la menor, y de la más melindrosa hasta la más repulgada.

Partieron, pues, del Guapay con Tambacurá á Santa Cruz, donde recibidos con mucha cortesanía del gobernador don Agustín de Arce piísimo caballero, alcanzaron por merced y gracia la vida de aquel pobre hombre, que de otra manera lo hubiera pasado muy mal.